iraultza txikien akanpada

En la Iraultza Txikien Akanpadan (ITA) de finales de agosto nos invitaron a tomar parte en una mesa redonda bajo el título Análisis del contexto político: propuestas para la transformación social. A bote pronto dijimos que sí por dos razones. La primera, porque teníamos una deuda pendiente con la anterior ITA (también no invitaron y en aquella ocasión dijimos que no). La segunda, porque llevamos un tiempo preocupadas con la cuestión de que, tras lo que supuso el confinamiento, lo que está suponiendo la pandemia, y los diversos colapsos que se anuncian cercanos (energético, climático, alimentario…) hay un montón de temas urgentes a abordar por el movimiento popular que no se están tratando (más allá de en conversaciones de taberna) y que nos parece imprescindible poner sobre la mesa de forma pública y analizarlos conjuntamente. Posteriormente (luego se entenderá por qué) nos dimos cuenta de que deberíamos haber dicho que no a la invitación, pero ya no había remedio.

Al ver las personas con las que íbamos a compartir mesa, ambas finas analistas y teóricas en sus respectivos ámbitos (Mª Luz Esteban en el movimiento feminista, y Luis González Reyes, de Ecologistas en Acción), tuvimos claro que nuestra intervención no tenía que basarse en la aportación teórica (más que cubierta por Mª Luz y Luis), y optamos por hacer una intervención desde las tripas, que, por otra parte, es el único motivo que se nos ocurre para que nos hayan invitado.

Después de pensarlo bastante, al final optamos por intervenir en euskera, pero como nuestro vocabulario y seguridad en este idioma no dan para filigranas, decidimos hacerlo de forma leída. Como nuestra lectura trompicada en euskera no facilitó su entendimiento, y algunas personas nos lo pedisteis tras la mesa redonda, hoy queremos acercaros el guión/esquema en castellano del que nos servimos, por si pudiera ser de utilidad para alguien, pues básicamente se trata de puntos que empezar a abordar en asambleas y reuniones posteriores.

Una aclaración previa más. En el esquema y en la intervención a menudo se generaliza, aunque sabemos que las realidades del movimiento popular vasco son diversas, y no se abordan prácticas y alternativas ya en desarrollo entre nosotras que podrían ser (que están siendo) pasos iniciales para esa larga travesía que vamos a tener que recorrer. No las recogemos, porque para eso había otros dos espacios de debate en la propia ITA, en los que un buen ramillete de las personas y grupos que las animan pudieron contarlas en primera persona.

Comenzamos la intervención (teníamos 20 minutos para ello) con un retrato mínimo de lo que nos parecen algunas de las características más importantes de lo que le ha sucedido a nuestra sociedad “desarrollada” en general (nosotras incluidas) tras año y medio de pandemia:

  • Han hecho que el miedo a la muerte propia o cercana esté muy presente cotidianamente
  • Han aprendido que en base a ese miedo a la muerte es tremendamente fácil manipularnos informativamente y crear un discurso único oficial
  • Nos han disciplinado, y hemos practicado la sumisión a medidas muy duras
  • Han potenciando la sumisión al Estado como único salvador posible
  • Además hemos “descubierto” algunas de nuestras grandes dependencias (inexistencia de producción necesaria –respiradores, cadenas de distribución de productos básicos con amenazas de colapso, etc.)

Como consecuencia de todo ello:

  • La población como colectivo nos hemos vuelto más débil y vulnerable, temerosa, individualista y egoísta.
  • Lo peor: los poderosos saben que nos tienen preparadas para nuevos shocks (para los grandes recortes que vendrán con los fondos europeos o las grandes crisis y colapsos en marcha)

Posteriormente, señalamos algunas de las grandes características que nos pareció observar en las personas del movimiento popular en los momentos iniciales  tras el confinamiento y la primera parte de la pandemia, dejando claro que no íbamos a abordar un tema fundamental que queda pendiente, y que por sí solo da para una (o varias) mesas redondas: qué hemos hecho cómo movimiento popular durante la pandemia y, sobre todo, qué teníamos que haber hecho y no hemos hecho:

Nosotras, el movimiento popular, tras el confinamiento:

  • Gente en shock
  • Saliendo como de una hibernación
  • Deseando volver a los temas de siempre, aunque costaba (y las medidas impuestas lo dificultaban)
  • Entendible por miedo a la muerte que se ha visto o vivido de cerca

A ello añadimos la que nos parece que, tras año y medio de pandemia, es nuestra situación actual, pues según nuestro criterio las gentes del movimiento popular podemos dividirnos (la división nunca es completa) en dos grandes grupos:

  1. Quienes no ven (o no quieren ver) la situación global en la que estamos y la implicación directa en ello de nuestro día a día
  2. Quienes se han dado cuenta de que es irremisible e inaplazable un cambio profundo y de raíz, no sólo para evitar o poder hacer frente a nuevas pandemias, sino principalmente a todas las graves crisis que la “civilización” capitalista de la que formamos parte ha desencadenado (climática, energética, alimentaria, ecológica…)

A partir de ahí señalamos algunas de las cuestiones que para nosotras marcan la actual situación y que indican el reto de fondo al que nos enfrentamos:

La gravedad de la situación es tal que cada vez está más claro que “la/s solucion/es”

  • No vendrá de las instituciones formales que están al servicio del capitalismo (desde gobiernos locales a organismos supraestatales)
  • No sirven reformas
  • No bastan decrecimientos

Se necesita, es imprescindible, una revolución

  • Pero no la revolución clásica (hay condiciones objetivas, pero no subjetivas; y ha demostrado que conduce a generar la dinámica que combate)
  • Sino la revolución de las pequeñas cosas
  • Pero, igual que en la revolución clásica el ser (o declararte) clase obrera no te convierte en revolucionaria, en las revoluciones pequeñas el declararte partidaria de ellas no significa que las practiquemos, porque es muy difícil

A renglón seguido intentamos señalar algunas de los principales cambios de fondo que tenemos que llevar a cabo para hacer posible esa revolución/es de las pequeñas cosas.

Empezando por “lo fácil”: Para las pequeñas revoluciones que necesitamos tenemos que cambiar nuestra forma de entender y practicar la “militancia”.

  • El centro no puede ser la reivindicación (¿ante quién?, y ¿para que cambie qué?)
  • Es verdad que en ocasiones tendremos que oponernos y enfrentarnos al poder para parar sus agresiones.
  • En ese plano de enfrentamiento la desobediencia está muy bien, pero no puede ser nuestra principal herramienta, porque solo mira a lo que nos imponen, no crea, no construye.
  • Debemos centrarnos en revisar nuestras propuestas y alternativas:
  • Ya no vale, por ejemplo, exigir la conversión de la industria militar, sin enarbolar al mismo tiempo alternativas laborales que cuestionen el sistema productivo.
  • No vale denunciar las condiciones de trabajo de quienes trabajan cuidando a las personas mayores en residencias o casas, si no somos capaces de generar modos de vida y convivencia que pongan los cuidados, el trabajo reproductivo en el centro.
  • No vale criticar los tipos de proyecto presentados a los fondos europeos o su gestión, sino cuestionar de fondo su filosofía y el propio “proyecto europeo”.
  • Hay, en definitiva, que pasar del activismo a la acción creativa.

De lo “más fácil” pasamos a lo “más difícil”:

La verdadera dificultad de esas pequeñas revoluciones es que las debemos protagonizar nosotras en primera persona y en nuestro cotidiano hacer, y eso supone una revolución:

  • sin reconocimientos sociales de heroicidades personales
  • sin victorias finales y tomas del poder
  • sin que sea por tiempo limitado
  • sacándonos continuamente de nuestras actuales zonas de confort (lo digo yo hombre, blanco, con empleo fijo, edad madura, cisgenero, “europeo” y con tiempo para “comprometerme socialmente”)
  • Hay que dar respuesta práctica a preguntas incómodas:
  • En qué, para quién y, sobre todo, para qué trabajamos
  • Cómo hacemos que el trabajo reproductivo sea lo verdaderamente importante
  • Dónde vivimos (urbes/pueblos; cómo son nuestras viviendas)
  • Con quién y en qué forma de convivencia vecinal
  • Cómo y de qué y a qué costa nos alimentamos
  • Qué consumimos
  • Cómo entendemos y practicamos el ocio
  • Cómo entendemos y practicamos la cultura
  • Qué lugar le damos a los sentimientos
  • Qué lugar le damos a la espiritualidad no teísta
  • Cómo nos entendemos parte de la naturaleza sin cosificarla

Como era de esperar, desde KTT planteamos la necesidad de impulsar la dimensión comunitaria:

Todas estas tareas, no se deben emprender (ni sería conveniente) desde lo individual. Y está bien tejer redes, e impulsar colectivos, plataformas, movimientos, pero se hace imprescindible construir y consolidar comunidades. Lo cual es más difícil de lo que puede parecer:

  • Están ligadas a un territorio, no nacen de la nada, sino que se constituyen tras acumular experiencias conjuntas, que se tendrían que empezar a organizar ya sin esperar a que sean imprescindibles (ollas populares, redes barriales de cuidados, redes de suministro de necesidades básicas, otras formas de energías, cajas de resistencia, generación de trabajo reproductivo…)
  • Han de ser plurales como la gente que habita el territorio. No comunas con las iguales. En nuestras redes de solidaridad y apoyo mutuo no suelen estar quien más lo necesitan
  • En esas comunidades debemos diluir nuestros adquiridos roles sociales para ser una más.
  • Hay que dejar las prioridades, necesidades, seguridades y gustos propios e individuales para asumir y canalizar los colectivos
  • Tienen que tener capacidad de incidir socialmente y no ser islas o paraísos del compromiso militante.

Para impulsar la dimensión comunitaria, creemos imprescindible abordar una serie de cuestiones. He aquí algunos ejemplos:

Hay que revisar las formas de organizarnos:

  • No vale el esquema de reuniones semanales típicas, el proceso debe ser mucho más vivo y continuo
  • No sirve con solo juntarse a deliberar, hay que encontrarse en la puesta en común de necesidades y deseos básicos
  • Hay que dar más espacio en lo prioritario a lo humano que a lo “político”, y para ello hay que crear el espacio que lo posibilite.

En las tareas de organización contamos con un valioso bagaje acumulado, pero hay que revisar algunos de los mitos que hemos construido:

  • No se es asamblearia simplemente por convocar y reunirte en asamblea. Las condiciones que permiten tomar decisiones en asamblea requieren un trabajo previo, durante y post la celebración de la asamblea. Si no lo hay, la asamblea puede ser un peligro.
  • La esencia del auzolan no es un trabajo voluntario que alguien hace si le gusta o ese día no le va mal en su agenda. Es un compromiso que nos obliga con la comunidad de la que formamos parte, y por lo tanto es obligatorio.
  • La disciplina impuesta es una de las grandes herramientas del capitalismo, pero la autodisciplina asumida es imprescindible en un quehacer colectivo comunitario.
  • La asunción de responsabilidades no es ser elegida para un cargo que otorgue poder de decisión o reconozca especial capacidad, es una carga que obliga a todas, de forma rotatoria, a cumplir con lo que de forma colectiva se ha decidido que es necesario para el conjunto.

Como a menudo hacemos en KTT, intentamos poner la mirada en las experiencias de otras zonas, para ver qué aprendizajes nos aportan:

Contamos también con la experiencia acumulada en otros lugares, (Chiapas, comunidades de América Latina, Rojava, en el ZAD, en la Esperanza de Gran Canarias…) Y sí, en EH también, cada vez hay más iniciativas en esta línea, aunque principalmente ligadas a la coherencia ideológica de unas pocas. La experiencia de esas zonas nos aporta también otras enseñanzas:

  • En el momento de generación de la comunidad, hay sectores de la sociedad que deberían tener un papel especialmente protagonista:
    • La opinión y la actuación de aquellas que padecen de forma más notable la exclusión (sea económica, de raza, género, religión, procedencia, opciones sexuales o culturales…) tienen que tener una importancia especial a la hora de fijar prioridades. Actuar nosotras en su nombre no deja de ser un paternalismo humanitario revestido de solidaridad de clase.
    • Aquellas mujeres que desde una reflexión y acción feminista de largo recorrido:
      • saben poner en cuestión las formas tradicionales de lo político
      • sitúan en el centro que le corresponde al trabajo reproductivo
      • abren espacios al sentipensar por encima de las lógicas eminentemente racionalistas.
    • La juventud, tan ausente en esta mesa:
      • Porque puede ser mucho menos cobarde y conservadora que nosotros, ya que tienen muchos menos privilegios materiales y sociales que perder
      • Tiene muchas menos dinámicas viciadas y está más abierta a los cambios
      • No se autolimita tanto la imaginación ni las expectativas como quienes ya tenemos unos años
      • No tienen un rol social militante adquirido que les condicione
    • Las personas más mayores, las de 70 para arriba:
      • Por la experiencia de vida que todas ellas acumulan,
      • la inmensa mayoría de las que entre ellas siguen apostando por la transformación radical de la sociedad, han desarrollado un a potencialidad autocuestionadora sin concesiones, sin paños calientes
      • Tienen una capacidad para distinguir lo realmente importante de lo accesorio, de la que el resto habitualmente carecemos.
      • Han vivido o recuerdan experiencias comunitarias

La consecuencia lógica de todo ello tiene que ver con algo que nos afecta directamente a KTT:

Para que estos grupos puedan adquirir protagonismo, hay otro que debe abandonarlo, que es el que hoy sigue/seguimos copando privilegios:

  • hombres blancos
  • de edad mediana o madura
  • situación estable
  • años de militancia

Pero no se trata de que nos vayamos para cas, sino de que asumamos otros roles:

  • Que pasemos a un segundo o tercer plano, público y en las reuniones
  • Que nos dediquemos a tareas de mantenimiento, de burocracia interna.
  • A los cuidados, la acogida
  • A realizar tareas y labores que el resto por falta de tiempo o medios no puede

¿Eso significa echar por la borda la experiencia que hayamos podido acumular?

  • No, por ejemplo, podemos encargarnos de la trasmisión intergeneracional
  • Podemos poner a disposición del resto nuestras opiniones o propuestas, pero sin que sea en el marco de las asambleas, sino que el resto pueda elegir leerlas o no, oírlas o no.
  • Y que lo hagamos preferentemente desde algo parecido al anonimato.

O sea, que parece claro qué deberíamos contestar si volviera a llegarnos una propuesta de estar en una mesa como esa…

Dejamos para el final, por si la limitación de tiempo nos impedía abordarlo todo, una cuestión que desde la organización habían sugerido:

La relación entre lo institucional y los movimientos

  • Lo institucional oficial es parte del sistema de democracia formal que es uno de los pilares del capitalismo en el “mundo desarrollado”.
  • No se pueden cambiar desde dentro, a no ser que se tenga mayoría absoluta.
  • Si algún día una opción comunitaria puede alcanzar mayoría absoluta eso quiere decir que ya tiene sus propias instituciones comunales ¿para qué entrar al resto?.
  • Nosotras podemos/debemos ir creando nuestras propias instituciones comunales ya, al principio más modestas, luego más ambiciosas.
  • Muchas veces decimos que esas instituciones populares solo son posibles en comunidades indígenas, pero aquí existieron hace siglos.

Mientras tanto, nuestra actitud en relación a las instituciones del sistema capitalista de democracia formal:

  • Ignorarlas cuanto podamos
  • Torearlas y desbordarlas siempre que nos sea necesario
  • Hacerles frente cuando nos ataquen/agredan
  • Expropiarles medios, conocimientos, información y voluntades (la de personas concretas)

Con ello nos fuimos acercando hacia el final de la intervención, donde igual se suponía que:

Después de tanta crítica, autocrítica y dibujo de horizontes oscuros, deberíamos acabar con maravillosas propuestas concretas y esperanzados mensajes de que ¡lo vamos a conseguir!… Pero no tenemos ni esas habilidades ni esas certezas, que, además, deberemos generar entre todas.

Por eso, para acabar, quisimos volver al contexto inicial haciendo hincapié en que:

  • La pandemia y los colapsos son efecto de un modo de vida impuesto por el capitalismo.
  • Un modo de vida en el que participamos cotidianamente
  • Que nos ha hecho individualistas y competidoras entre nosotras
  • Que nos ha inmunizado ante las agresiones al prójimo no cercano
  • Que nos ha separado de la naturaleza a la que hemos cosificado para usar y abusar de ella
  • Que nos ha hecho dependientes de las instituciones

Pero justo ahí está la clave:

  • Podemos acabar con el capitalismo dejando de ser sus cómplices necesarias.
  • Hemos de empezar a construir un mundo nuevo en el corazón y la periferia del actual.
  • Nuestro convencimiento es que solo podemos hacerlo comunitariamente.

Y terminamos con un “vaticinio”, deseando que nuestra capacidad de “adivinamiento” sea aún peor que la del Rappel de los 80-90:

Si no procedemos de forma urgente a esa revolución basada en las pequeñas revoluciones, el horizonte será el de otras veces:

  • El capitalismo para reiniciar su ciclo de acumulación hará desaparecer de una o varias formas a la parte de la población mundial que le sobra
  • No le basta ahora con la cuarta guerra mundial en marcha: masacres en los intentos de migración forzada; con hambrunas; con violencia institucional (policial, militar, paramilitar); con matanza de género; con dejación de atención sanitaria… o incluso con una gran guerra “más convencional”.
  • Eso, si antes el propio planeta no dice ¡basta! y la naturaleza se autodepura mandándonos al carajo.
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