Las contradicciones de una crisis requieren tácticas audaces
El momento político contemporáneo es definido por la emergencia. Las crisis graves como la pandemia del COVID-19 y el cambio climático- que induce fuegos, inundaciones, y tormentas, así como las crisis de la criminalización racista, la ejecución brutal de inmigración, la violencia de género endémica, y la inequidad severa de riquezas amenazan la supervivencia de la gente alrededor del mundo. Las políticas gubernamentales producen y exacerban el daño, responden de manera inadecuada a la crisis y se aseguran de que ciertas poblaciones carguen la peor parte de la contaminación, la pobreza, la enfermedad y la violencia. Ante esta situación, más y más personas ordinarias se sienten llamadas a responder a sus comunidades, creando formas audaces e innovadoras de compartir recursos y respaldar a sus vecines. Este trabajo de supervivencia, cuando se hace en conjunto con los movimientos sociales que exigen cambios transformadores, se llama ayuda mutua.
La ayuda mutua ha sido parte de todos los grandes y poderosos movimientos sociales y tiene un rol particularmente importante que desempeñar en estos momentos, que enfrentamos peligros sin precedentes, así como oportunidades para la movilización. La ayuda mutua provee a las personas una forma de conectarse a los movimientos, basado en sus preocupaciones inmediatas y produce espacios sociales donde la gente cultiva nuevas solidaridades. En su mejor momento, la ayuda mutua produce nuevas formas de vivir donde las personas crean sistemas de cuido y generosidad que abordan el daño y fomentan el bienestar.
Este libro es sobre la ayuda mutua: explica el porqué de su importancia, cómo es, y cómo llevarla a cabo. Asimismo, provee una teoría de movimiento político comunitario de ayuda mutua así como herramientas concretas para abordar algunas de las interrogantes mas difíciles que enfrentan los grupos de ayuda mutua, tales como: cómo se trabaja en grupo y se toman decisiones juntes; cómo se previene y se aborda el conflicto, y cómo se maneja la fatiga para que podamos construir una movilización a largo plazo y victoriosa.
Estos son los párrafos iniciales de la introducción del libro Ayuda Mutua: Construyendo solidaridad durante esta crisis (y la próxima) (descargar aquí) escrito por Dean Spade, y que hemos de comenzar por decir que cumple los objetivos a los que se compromete en esos párrafos, constituyendo así una más que recomendable herramienta con la que ponerse manos a la obra en la construcción de redes de apoyo mutuo.
Pero, a diferencia de la mayoría de los textos que acercamos a KTT de personas autoras del otro lado del Atlántico, éste no está elaborado por alguien que viva en América Latina, sino en pleno Seattle. Tal y como describen brevemente en estos párrafos en la revista digital Ctxt, en una entrevista a Dean Spade (cuya lectura os recomendamos):
Dean Spade es profesor de Derecho en la Universidad de Seattle y fundador del Sylvia Rivera Law Project, que ofrece asesoría legal a personas trans, intersexuales o no binarias sin recursos económicos. También es activista contra la expansión del sistema penal y policial.
La obra de Spade está centrada en desentrañar los principales problemas que tiene el activismo de base que, en los últimos años y con la pandemia, ha crecido enormemente en Estados Unidos.
Vamos, que Dean, de 45 años, no escribe de oídas, sino desde el conocimiento aportado por su experiencia en movimientos transformadores desde hace décadas. Esa experiencia no le ha llevado ni al conformismo, ni al escepticismo, ni al cansancio o acomodamiento. Por el contrario, y tras lo vivido durante la pandemia, su análisis es toda una invitación es una llamada urgente a la autoorganiación en redes de apoyo mutuo.
Los movimientos sociales de izquierda tienen dos grandes tareas en estos momentos. En primer lugar, necesitamos organizarnos para ayudar a la gente a sobrevivir las condiciones devastadoras que se suscitan a diario. Segundo, necesitamos movilizar a miles de millones de personas para la resistencia para que podamos enfrentar las causas subyacentes de la crisis. En este momento crítico, los movimientos pueden fortalecer y movilizar a nuevas personas a luchar contra les policías, las ejecuciones de inmigrantes, las autoridades del bienestar, propietaries, recortes de presupuesto, contaminadores, la industria de defensa, especuladores de las prisiones, y los grupos de derecha. La forma de encarar estos dos grandes deberes -abordar las necesidades de las personas y movilizarles para que resistan- es creando proyectos de ayuda mutua y reclutando muchas personas para que participen de estos. Los movimientos sociales que han construido poder y que han obtenido grandes cambios han incluido ayuda mutua, y no empero, esta ha sido una parte del trabajo de movilizaciones que ha sido invisibilizada y desvalorizada de manera frecuente. En este momento, nuestra habilidad de construir ayuda mutua determinará el que podamos tener un mundo donde sobrevivamos, o nos sumerjamos de manera más profunda en la crisis.
Pero el texto de Dean no es un texto teórico para la reflexión filosófica (aunque también sea válido para ello), sino como el propio Spade resume:
Este libro proporciona una guía concreta para la creación de redes y grupos de ayuda mutua. La parte I explora qué es la ayuda mutua, por qué es diferente a la caridad y cómo se relaciona a otras tácticas de movimientos sociales. La parte II se sumerge en el asunto de cómo trabajar juntes en grupos de ayuda mutua y cómo manejar los desafíos de la toma de decisiones grupales, los conflictos y el agotamiento. Incluye gráficos y listas que se pueden llevar a las reuniones grupales para estimular la conversación y crear análisis compartidos y prácticas de grupo. A fin de cuentas, ayuda a imaginar cómo podemos coordinarnos para cuidarnos colectivamente, incluso ante un desastre, y movilizar a cientos de millones de personas para lograr un cambio profundo y duradero.
A nuestro modo de ver, la parte más interesante y útil del texto es la que se recoge en la parte II del libro, que es una oportuna y valiosa herramienta para la creación de grupos de apoyo mutuo, o de revisión de los errores más frecuentes. Esta parte II no la vamos a resumir, y os invitamos a leerla directamente (en algún momento tendréis que “lijarle” el barniz de realidad estadounidense que la recubre). Pero para animaros a su lectura sí queremos recoger algunas de las consideraciones más teóricas que podemos encontrar en la Parte I. Dean parte de un planteamiento tan sencillo, como radical y de sentido común:
La ayuda mutua es la coordinación colectiva para satisfacer las necesidades de unes y otres, generalmente a partir del conocimiento de que los sistemas que tenemos implementados no van a satisfacerlas. Esos sistemas, de hecho, a menudo han creado la crisis o están empeorando las cosas.
(…) No hay nada nuevo en la ayuda mutua- la gente ha trabajado junta para sobrevivir durante toda la historia de la humanidad. Pero el capitalismo y el colonialismo crearon estructuras que han alterado la forma en que históricamente las personas se conectaban entre síi y compartían todo lo que necesitaban para sobrevivir. A medida que la gente se vio obligada a ingresar en sistemas de trabajo asalariado y de propiedad privada -y que la riqueza se volvió cada vez más concentrada nuestras formas de cuidarnos les unes a les otres se han vuelto mas tenues.
Hoy en día, muches de nosotres vivimos en las sociedades más atomizadas de la historia de la humanidad, lo que hace que nuestras vidas sean menos seguras y debilite nuestra capacidad para organizarnos juntes para cambiar condiciones injustas a gran escala. Somos puestes en competencia entre nosotres por la supervivencia, y nos vemos obligades a depender de sistemas hostiles -como los sistemas de atención médica diseñados en torno a las ganancias, no para mantener a las personas sanas; o los sistemas de alimentos y transporte que contaminan la tierra y envenenan a las personas- para las cosas que necesitamos. Cada vez más las personas informan que no tienen a nadie en quien confiar cuando están en problemas. Esto significa que muches de nosotres no recibimos ayuda con la salud mental, el uso de drogas, la violencia familiar o el abuso hasta que la policía o los tribunales estén involucrados, lo que tiende a intensificar en lugar de resolver el daño.
En este contexto de aislamiento social y dependencia forzada de sistemas hostiles, la ayuda mutua -donde elegimos ayudarnos unes a otres, compartir cosas y dedicar tiempo y recursos al cuidado de les mas vulnerables- es un acto radical.
En los primeros capítulos del texto, Dean Spade nos acerca de forma sencilla algunas de las características fundamentales en las que se basa su concepto de la ayuda mutua. Por ejemplo, los que define como los Tres elementos clave de la ayuda mutua:
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Los proyectos de ayuda mutua funcionan para satisfacer las necesidades de supervivencia y generar un entendimiento compartido sobre por qué las personas no tienen lo que necesitan.
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movilizan a las personas, expanden la solidaridad y construyen movimientos
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son participativos, resuelven problemas a través de la acción colectiva en lugar de esperar por salvadores
Y pone algunos ejemplos que se nos hacen cercanos en nuestras realidades vecinales:
Los proyectos de ayuda mutua ayudan a las personas a desarrollar habilidades para la colaboración, la participación y la toma de decisiones. Por ejemplo, las personas involucradas en un proyecto para ayudarse mutuamente a través de los procedimientos judiciales de vivienda aprenderán los detalles de cómo el sistema daña a las personas y cómo combatirlo, pero también aprenderán sobre la facilitación de reuniones, trabajar a través de las diferencias, retener voluntaries, abordar conflictos, cómo dar y recibir retroalimentación, cómo dar seguimiento, y coordinar horarios y transporte, entre otros. También pueden aprender que no solo les abogades pueden hacer este tipo de trabajo y que muchas personas –incluidos elles mismes- tienen algo que ofrecer. Esto se aparta de la especialidad de servicios sociales que asegura que necesitamos a une trabajadore social, une terapeuta con licencia, un abogade o alguna otra persona con un título avanzado para hacer las cosas.
La ayuda mutua es inherentemente antiautoritaria, y demuestra cómo podemos hacer las cosas juntes de maneras que nos dijeron que no imagináramos, y que podemos organizar la actividad humana sin coerción. La mayoría de la gente nunca ha estado en una reunión en la que no hubiera un jefe o una figura de autoridad con poder de decisión. La mayoría de la gente trabaja o asiste a la escuela dentro de jerarquías donde la desobediencia conduce al castigo o la exclusión. Traemos nuestras practicas aprendidas de jerarquía con nosotres incluso cuando ningún cheque de pago o castigo imponen nuestra participación, por lo que incluso en los grupos de voluntaries a menudo nos encontramos en conflictos que se derivan de conductas de dominación aprendidas. Pero los espacios colectivos, como la organización de ayuda mutua, pueden brindarnos oportunidades para desaprender el condicionamiento y desarrollar nuevas habilidades y capacidades. Al participar en grupos de nuevas formas y al practicar nuevas formas de estar juntes, estamos construyendo el mundo que deseamos y nos convertimos en el tipo de personas que podrían vivir juntas en un mundo así.
Durante el texto incide en repetidas ocasiones en distinguir claramente entre solidaridad y caridad, y no caer en esa trampa del camuflaje de la una en la otra. Y lo hace hasta el punto de dedicar un capítulo propio a la cuestión (Solidaridad, ¡no caridad!) en el que, entre otras cosas, caracteriza la actual caridad:
La caridad, la ayuda, el socorro y los servicios sociales son términos que generalmente se refieren a personas ricas o al gobierno que toma decisiones sobre la provisión de algún tipo de apoyo para la gente pobre -es decir, la gente rica o el gobierno decide quién recibe la ayuda, cuáles son los límites para esa ayuda y las condiciones impuestas. Se puede tener la certeza de que una ayuda como esta no esta diseñada para llegar hasta las causas principales de la pobreza y la violencia. Esta diseñada para ayudar a mejorar la imagen de las elites que la financian y ponen una pequeña e inadecuada curita en la enorme herida social que crea su codicia.
(…) La caridad contemporánea viene con requisitos de elegibilidad tales como: sobriedad, piedad, toques de queda, participación en cursos de capacitación laboral o para padres, cooperación con la policía, un estado migratorio legal o la identificación de les hijes de paternidad. En los programas de caridad, les trabajadores sociales, proveedores de atención médica, maestres, clerigues, abogades y trabajadores del gobierno determinan qué personas pobres merecen ayuda. Sus métodos de decidir quién es merecedore, e incluso las reglas para hacerlas cumplir, generalmente promueven tropos racistas y sexistas, como la idea de que las mujeres pobres de color y las mujeres inmigrantes tienen demasiades hijes, o que las familias negras son disfuncionales, o que les niñes indígenas se benefician al estar separades de sus familias y comunidades, o que la gente es pobre debido al consumo de drogas.
(…) El modelo caritativo nos anima a sentirnos bien con nosotres mismes al “devolver”. Este nos convence de que hemos hecho lo suficiente si hacemos un poco de voluntariado o publicamos en línea; es una gran manera de mantenernos en nuestro lugar. El mantener a la gente insensible ante el sufrimiento del mundo —y ante el suyo propio— es esencial para mantener las cosas como están. De hecho, las cosas son realmente aterradoras y enfurecedoras en este momento, y sentir más rabia, miedo, tristeza, dolor y desesperación puede ser apropiado. Estos sentimientos pueden ayudarnos a sentirnos menos calmades por soluciones falsas y motivarnos a buscar una acción colectiva continua para el cambio.
Igualmente incide en otras de las habituales trampas en las que no pocas personas activistas y colectivos sociales caen (caemos) a menudo. Veamos un ejemplo:
El liderato de organizaciones sin fines de lucro y les politiques con frecuencia fomentan el «pragmatismo» y el cambio incremental pacífico, pero la imaginación mas radical de lo que queremos, y la escalada de la acción directa para conseguirlo, es lo verdaderamente pragmático si buscamos lograr un cambio real. Las concesiones obtenidas en las crisis —de desastres repentinos y las creadas por una poderosa protesta social— serán tan fuertes y duraderas como las movilizaciones que las hicieron necesarias. Las elites y sus guardianes sin fines de lucro nos alientan a hacer demandas pequeñas, «razonables» o «que se pueden ganar», y tratan de redirigir nuestra acción hacia las vías oficiales que no sean disruptivas, con narrativas sobre «protestas pacificas» y «sentarse a la mesa para entablar un dialogo». Elles fomentan reformas basadas en el supuesto de que los sistemas que buscamos desmantelar son fundamentalmente justos y reparables. Tenemos que negarnos a limitar nuestras visiones a las concesiones que quieran darnos; lo que deseamos es un mundo radicalmente distinto que elimine los sistemas que ponen nuestras vidas bajo su control.
(…)
Desde nuestro punto de vista actual, viviendo en un mundo con el mayor número de fronteras militarizadas, las más expansivas tecnologías de vigilancia, la concentración más severa de riqueza, el mas grande número de encarcelamiento en la historia de la humanidad, el mayor número de bases militares y armas de alta tecnología, y los mecanismos mas avanzados de propaganda, puede ser difícil imaginar otras formas de vivir. Los desastres a menudo estimulan las fantasías de un gobierno benevolente cuando enfrentamos un brutal fracaso gubernamental y deseamos que las cosas sean distintas.
Parte de la razón por la que nuestro sueño de un gobierno salvador es tan convincente es que nos resulta difícil imaginar un mundo en el que podamos satisfacer las necesidades humanas básicas a través de sistemas que se basan en principios de autodeterminación colectiva en lugar de la coerción. Estamos acostumbrades a una situación donde la opción es entre un gobierno que niega la importancia del desastre y abandona a la gente a su devastación o un gobierno que responde con ayuda inadecuada y que trae consigo una mejor fuerza policial, vigilancia, militarización y transferencias de riquezas a quienes están en el poder.
Esta no es una opción en lo absoluto. Debido a como el capitalismo controla los medios de subsistencia (alimentos, salud, vivienda, comunicaciones, transporte) y cuan dependientes somos de los sistemas que no controlamos, puede ser difícil imaginar que podríamos sobrevivir de otra manera. Pero durante la mayor parte de la historia de la humanidad lo hicimos, y los proyectos de ayuda mutua nos permitieron volver a reaprender que es posible y emancipatorio.
Terminemos la reseña del más que recomendable libro de Dean Spade con los dos párrafos finales de su Parte I:
Para imaginar una sociedad en la que compartamos todo, co- gobernemos todo, tengamos todo lo que necesitemos y no dependamos de la coerción y la dominación, tenemos que deshacernos de la propaganda capitalista que nos dice que la gente es naturalmente codiciosa y que sin la policía, no podríamos mantenernos en nuestros lugares y que lo acumularíamos todo y nos haríamos daño. Al contrario, podemos notar de forma particularmente clara durante los tiempos de desastre que la gente es por naturaleza, conectiva y generosa, aunque a menudo tengamos un bagaje cultural del que deshacernos por estar condicionados por la supremacía blanca, el patriarcado y el capitalismo. Una y otra vez vemos que las personas comparten lo poco que tienen después de tormentas, inundaciones e incendios, salvándose unes a otres. A través de proyectos de ayuda mutua, muches de nosotres tenemos la oportunidad de profundizar estas prácticas de generosidad, y de transformarlas en sistemas de apoyo a largo que co-gobernamos para ayudarnos a sobrevivir y movilizarnos para el cambio.
La ayuda mutua es solo una táctica en el ecosistema de movimientos sociales. Esta, opera junto con la acción directa, la educación política y muchas otras tácticas. Pero es la que con más éxito nos ayuda a hacer crecer nuestros movimientos y construir el poder de nuestra gente, porque lleva a las personas a una acción coordinada para cambiar cosas en el presente y el ahora. A medida que la ayuda mutua se expande en el contexto de la crisis de COVID-19, en zonas de desastre causadas por el cambio climático, y durante las crisis económicas, tenemos la oportunidad de gestar nuevos/as/es millones de combatientes de la resistencia, de enseñarnos a trabajar en conjunto a largo plazo y de desarrollar nuestra capacidad para practicar la co administración basada en la solidaridad en todas las áreas de la vida colectiva. La crisis climática continuará trayendo peores desastres en nuestras comunidades en los años y décadas venideras. Cuanto más fuertes construyamos nuestras redes de ayuda mutua en estos momentos, más preparades estaremos para ayudarnos unes a otres a sobrevivir esos desastres y transformar nuestras formas de vivir juntes hacia la liberación.