¿Los movimientos sociales atraviesan una crisis de final de ciclo? Se ha convertido casi en un lugar común el comentario sobre su progresivo agotamiento y desaparición como agente significativo a nivel global. Las sensaciones de cansancio y repliegue, ensimismamiento y desunión y, finalmente, de fracaso e inutilidad se han ido agudizando en la última década. Y la irrupción de la pandemia de Covid-19 solo ha hecho más palpable, acelerándolo, un proceso de degradación que viene de lejos.
Más allá de las grandes transformaciones económicas y sociales de comienzo del siglo XXI, resulta determinante la implantación de las nuevas tecnologías comunicativas las cuales, pese a su utilidad en algunos aspectos, han provocado la virtualización de las relaciones sociales y cierta descomposición del tejido comunitario basado hasta ahora en lo presencial.
No obstante, existen razones previas, más profundas, como la crisis de los grandes relatos políticos emancipatorios, su fragmentación en capillas, su subordinación a la política de sindicatos y partidos y, en último término, su acomodamiento al marco capitalista. En cualquier caso, sea cual sea el análisis que hagamos, la realidad es que hoy no hay un movimiento social fuerte, no ya capaz de impulsar una improbable revolución sino apenas de resistir o revertir algunas de las políticas más lesivas para la mayoría.
Abandonada la lucha obrera y de clase como gran eje movilizador, a pesar de que el ecologismo y el feminismo han destacado por su empuje en los últimos tiempos, a día de hoy todavía no han sido capaces de generar un movimiento amplio, cohesionado y transversal que confronte con el mercado y el capital.
Cuando nos encontramos un texto con este título “Recuperar la comunidad” y unos primeros párrafos como estos se nos mezclan dos sensaciones contrapuestas. Primero un subidón, por ver cómo hay determinadas preocupaciones, análisis y apuestas que están más extendidas de lo que nuestra miopía nos permite conocer. Pero, al mismo tiempo, una cierta rabia por no haberlo conocido a tiempo y poder enriquecernos del debate abierto al que ha sido sometido. Porque como explica Malatexto, este es un:
Texto elaborado colectivamente para el encuentro “La comunidad en tiempos del colapso”, dentro del ciclo de actividades “Comuna, comunidad, común”, celebrado en Katakrak en lo meses de septiembre a noviembre de 2021, con motivo del 150 aniversario de la Comuna de París.
Además es un texto que tiene muy en cuenta el momento presente:
En nuestros países enriquecidos, si de alguna fuente pudiera surgir alguna conciencia común, quizá fuera frente a los graves peligros planetarios que nos acechan: ecológicos, climáticos, de agotamiento de recursos o pandémicos, todos ellos en una dinámica de agudización de la desigualdad social, lo cual nos está condenando a alguna forma de colapso más o menos desastroso, que afectaría de forma diversa a una amplísima mayoría social.
En este sentido, este colapso anunciado quizá no sirviera para hacer surgir de manera inmediata un nuevo tipo de comunidad, pero sí podría suscitar una conciencia común previa basada en la necesidad de alcanzar acuerdos de mínimos -una especie de denominador común-, que girara en torno a lo que hoy representan algunos planteamientos ecologistas , ecofeministas y antirracistas de nuevo cuño, que lograran hacer confluir, por ejemplo, al movimiento por el decrecimiento con el del reparto del trabajo. No obstante, no parece que, de momento, se avance en esa dirección; por el contrario, la pandemia de Covid 19, nos ha demostrado que las escasas reacciones positivas de perfil comunitario y solidario suscitadas son devoradas rápidamente por la perversa dinámica dominante del sistema, capaz de metabolizar hasta las críticas más severas.
Y que caracteriza su concepto de comunidad de una forma que nos es muy cercana y compartida:
Una comunidad de diferentes pero no de solitarios/as basada, en principio, en la amistad y la afinidad pero capaz de abrirse y proyectarse más allá, entre gente que no conocemos directamente. Para replicarse y tejerse en una red hospitalaria, transversal, posidentitaria. Una red comunitaria, diversa y libre en su orígenes, pero que comparta no tanto una ideología como un imaginario común, más allá del juego de la utopía y la distopía, centrada en el presente.
Una comunidad que, en este sentido, asumiría unos valores éticos y hasta espirituales, esto es, una cierta visión del mundo a la hora de abordar los problemas básicos de la existencia en torno a la igualdad, el reparto de la riqueza o la sostenibilidad del planeta. Estos valores primarios resultarán fundamentales a la hora de promover una forma de vida alternativa al individualista consumismo capitalista y al conformismo en el sistema político actual, no al margen de todo sino en el margen del todo, como privilegiada posición estratégica.
Si en una primera parte el texto define las coordenadas generales de la propuesta, en una segunda se esfuerza por dibujar las líneas de acción comunitarias posibles, aportando 8 planteamiento generales y otras 8 iniciativas prácticas. El final del texto es también una llamada a la acción:
Pero las formas de movilización actuales, reducidas a la protesta y la reivindicación, no alcanzan a romper el actual marco capitalista y anticomunitario, pues quedan dentro, como parte del sistema imperante y con una casi nula capacidad de presión, haciendo obsoletos nuestros viejos métodos. Formas de actuación que priorizan el enfoque de una confrontación aparente, pero que están ocultando que operan dentro de la realidad existente, y que acaban derivando generalmente todas las responsabilidades hacia fuera…
Son por ello necesarias otras formas de actuación que arranquen no de lo que reclamamos sino de los compromisos y posturas vitales asumidas en primera persona (que al realizarse efectivamente, sin esperar a que otros/as las lleven a cabo, ya se están ejerciendo y produciendo comunidad), así como de su propagación como invitación honesta al conjunto de la sociedad a recuperar la comunidad…
No os desmenuzamos más el texto (que no es muy largo, 6 páginas) pero, hemos estado indagando sobre cómo habrían salido esos encuentros de discusión colectiva y debates en Katakrak y hemos encontrado un texto de una persona del Colectivo Malatexto que nos sirve de referencia a ello, y cuyos últimos párrafos son:
No sabemos todavía si esta era del colapso del Antropoceno, la edad del ser humano, nos traerá un regreso al autoritarismo y la guerra entre pobres o, como aventuran pensadores como John Bellamy Foster y Brett Clark, el paso de la edad del Capitaliano, marcada por el capitalismo, a la Comuniana, derivada de la instauración del común, el comunal y la comunidad. Lo que sí tenemos cada vez más claro es que, pese a la dificultad a la hora de abordar una amenaza tan etérea y multifactorial, frente a la resignación y la desunión, debemos entender el momento actual como la oportunidad para transformar desde la vida cotidiana, tarea que empieza por alcanzar unos mínimos comunes básicos de carácter global. Y, ante todo, una certeza: solo en la lucha y desde el activismo social, podremos construir comunidad.
Si estas intuiciones han de resultar válidas será también porque estamos dispuestos/as a re-constituirnos, a nivel personal, como nuevos sujetos políticos; tarea exigente que requiere reflexión, escucha, creatividad, experiencia, resiliencia y generosidad y, para superar la desigualdad, salir de la comodidad de nuestro status social de clases privilegiadas. Son por ello necesarias otras formas de actuación que arranquen no de lo que reclamamos sino de los compromisos vitales asumidos en primera persona, así como de su propagación como invitación honesta al conjunto de la sociedad —en primera instancia a nuestra juventud precaria y sin futuro— a recuperar y reinventar la comunidad activista.
¿Nos creemos estas conclusiones tentativas y exploraremos estas líneas de acción? ¿Son meras reflexiones teóricas o estamos dispuestos/as a aplicarlas aquí y ahora? ¿Estamos esperando a que alguien mueva ficha o emprenderemos el camino de la comunidad activista ya mismo? ¿Cuál es el próximo paso que vamos a dar en nuestros grupos para comunalizarlos en red? ¿Y el qué voy a dar? Quizá aportar cara a cara, sin prisas, amistosamente, en una modesta reunión en una sala cualquiera sin calefacción sea la semilla que necesitamos para empezar…
Visto lo visto y leído lo leído, vamos a continuar intentando seguirle la pista a esta hermosa iniciativa, a ver si podemos estrechar lazos comunitarios.