En referencia a esta calle creemos necesario conocer, más allá de visiones edulcoradas, la historia de judeofobia que nos cuenta, pues creemos que solo siendo conscientes de los errores cometidos en otros momentos de nuestra historia podremos aprender para intentar no repetirlos. Por eso le dedicaremos al final un largo capítulo. Pero vayamos antes con algunas de las cuestiones que caracterizan a esta calle.

Algunos datos iniciales sobre la calle

El resumen sucintodel origen de la calle y sus diversas denominaciones lo recogemos de Henrike Knörr y Elena Martínez de Madina en su Toponimia de Vitoria:

Recibió su nombre por encontrarse murallas adentro. Dichas murallas correspondían con el límite del ensanche de 1256 que incluía además las calles Cuchillería, Pintorería y la propia de la Judería, actual Nueva Dentro.

El 17 de agosto de 1492, época en la que se verificó la expulsión de los judíos en esta ciudad, que hasta entonces habían formado una comunidad distinta a la cristiana, se cambió el nombre de Calle de la Judería por el de Calle Nueva. Al principio esta calle se llamó Calle Nueva a solas, pero al existir otra Calle Nueva, paralela a la primera fuera de las murallas, se les otorgó el nombre de Nueva Dentro y Nueva Fuera, respectivamente.

En 1887 absorbió la Calle del Hospicio, hasta que en 1962 esta última calle se convirtió en la Calle de San Vicente de Paúl. El 12 de mayo de 1992, el Ayuntamiento aprobó y elevó a decreto la propuesta de adoptar la denominación de Calle Nueva Dentro-Judería para la denominada, en esos momentos, Calle Nueva Dentro.

Sin embargo, Ismael García-Gómez (Vitoria-Gasteiz y su Hinterland. Evolución de un sistema urbano entre los siglos XI y SV) en base al padrón fiscal de 1489 sostiene que la que ya entonces aparece como Judería sería la misma calle que anteriormente aparecía como “puebla bajera”, “calle bajera” o “Barrenkale”, por lo que “coincide con el tramo final de la misma donde aún hoy en día la calle conserva la denominación de “Barrancal” (“Barrencal” según el listado de cofrades)”. Según esto cabría preguntarse si la luego Judería habrá sido inicialmente parte de Barrenkale.

Hay una cierta confusión sobre la extensión de la calle a lo largo de los tiempos, porque nos encontramos estudios que dicen que la calle Nueva Dentro o Judería llegaba solo hasta el cantón de San Francisco Javier, y que la Sinagoga estaba en ella… pero al mismo tiempo señalan que la Sinagoga ocupaba el espacio que luego pasó a acoger al Hospicio, que está más allá del cantón de San Francisco.

Calle San Vicente de Paúl, cuando todavía era Nueva Dentro. 1940 a 1960, de Gerardo López de Guereñu Galarraga, quien estudió las primeras letras en Nueva Dentro. ATHA-DAF-GUE-14389

Calle San Vicente de Paúl, cuando todavía era Nueva Dentro. 1940 a 1960, de Gerardo López de Guereñu Galarraga, quien estudió las primeras letras en Nueva Dentro. ATHA-DAF-GUE-14389

Y es que ese entorno en tiempos era bastante distinto a como lo vemos hoy, no sólo por el cambio en el nombre de sus calles, sino por la propia apariencia de ellas. Así lo describía en 1798 José Joaquín Landázuri (HISTORIA civil, eclesiástica, política y legislativa DE VICTORIA, sus privilegios, esenciones, franquezas, y libertades. -Tomo III-)

Las otras tres calles restantes, (que ocupan el lado opuesto de las expresadas á la parte oriental de la Ciudad, que por éste tiene mucho menos elevacion para el ascenso á la antigua Villa de Suso) se titulan Cuchilleria, Pintoreria, y Calle Nueva. Esta ultima, que hasta fines del siglo decimoquinto fue la Juderia de Victoria, es la mitad en su largura que las otras dos, y por consiguiente de menor poblacion. Igulamente que á las tres calles de Correria, Zapateria, y Herreria, atraviesan de arriba abaxo á las de Cuchilleria, y Pintoreria quatro cantones, que terminan en tres portales, con salida al campo, llamados de Urbina, San Ildefonso, y el Colegio. La misma dirección que tienen de norte á mediodia las calles de la Correria, Zapateria, y Herreria, se observa en estas de la Cuchilleria, Pintoreria, y Calle Nueva, como asimismo su comunicación por tres suntuosos portales ácia la plaza, y sus inmediaciones. Por el lado opuesto las de la Cuchilleria, y Pintoreria van á encontrarse con la de la Correria un poco antes de llegar ésta á finalizar en el portal de Arriaga. La titulada Calle Nueva, aunque no se prolonga, y dilata hasta llegar al termino que las otras dos, no obstante sigue desde su portal una especie de calle despoblada, hasta encontrar con el de Arriaga. En esta especie de calle despoblada están situados el Colegio de San Prudencio, en que está la Cathedra de Humanidad, y la Parroquia de San Ildefonso. Entre la calle despoblada, y la de la Pintoreria tiene su situación el Convento de Religiosas Dominicas, titulado de Santa Cruz.

(…)Desde esta Parroquia hasta el portal titulado del Rey, en cuyo intermedio existen los tres portales de las calles de la Cuchilleria, Pintoreria, y Calle Nueva, aunque no permanece la muralla, consta de los libros de Decretos, que existia parte de ella en el año de 1579.

Precisamente de esa muralla nos habla Ismael García-Gómez en esa obra citada cuando hace referencias a los restos arqueológicos encontrados en Nueva Dentro. Todo apunta según Ismael a que a la altura del actual número 3 de la calle Nueva Dentro existiera un cubo de la muralla que circulaba por esa zona hasta el hospicio. También nos dice que según recoge Micaela Portilla de Fr. Juan de Victoria, los Landa poseyeron en la Baja Edad Media “la puerta de la calle Nueva y sus casas fuertes colaterales”.

Señala igualmente que la arqueóloga Sáenz de Urturi cuando hizo el análisis arqueológico del solar de Nueva Dentro 2 apuntaba que.

Se nos informa que entre la pared actual y la calzada, hasta una alcantarilla cercana, existe un muro de 1,80 de espesor que, para nosotros, podría corresponder a la muralla, que se halla oculta actualmente por la acera, razón por la que no pudimos confirmar el dato. La línea de fachadas de esta zona [se refiere a las que dan a la calle Nueva Fuera], presenta un entrante con respecto del inicio en Portal del Rey, y sobre todo de los siguientes en Nueva Fuera, donde sí se han localizado restos del lienzo defensivo.

Añade Ismael que en el análisis arqueológico de los números 22 y 34 (y sus respectivos colindantes) de Nueva Dentro se han hallado otros trechos de cimentación de la muralla, en algún caso con una cimentación de un grosor que llegaba a alcanzar los 2,40 metros.

En esa misma muralla y calle Nueva sitúa Ismael el Portalejo de la Calle Nueva o Portal del Hospicio o del Colegio, ubicado en el lugar donde se cruza la muralla con el Cantón de San Francisco Javier. Cree que tendría un aspecto parecido al conocido como Portal Oscuro en el recinto occidental de murallas. También se han encontrado restos de la muralla en el número 48 de Nueva Dentro, donde podría situarse la torre que protegía el citado portalejo.

La muralla en cuestión es la que euskonews denomina Tercera Muralla:

La Tercera Muralla, la más desconocida tiene por finalidad proteger el nuevo ensanche que se ha producido por la ladera Este de la colina por orden de Alfonso X el Sabio a partir de 1256. Su conexión en el entorno de la iglesia de San Vicente con la Primera Muralla y en el entorno de Santa María, barrio de Santo Domingo con ésta y la Segunda, permitieron la protección total de toda la villa. Su trazado se halla bien definido a lo largo de la calle Nueva Fuera, hasta donde se ubicaba la desaparecida iglesia de San Ildefonso mandada edificar por el mismo rey Alfonso X. A partir de este punto no está claro el recorrido de su trazado.

Posiblemente la construcción de la cerca defensiva por toda esta zona corresponda ya a una fase posterior a las anteriores, ya en el siglo XIV. Tenemos constancia de la Puerta de Urbina a finales del siglo XV, sabemos que la reconstrucción de la iglesia del Convento de Santo Domingo, obra de 1524, se debe adaptar al trazado de la muralla, pero no contamos con datos documentales que corroboren el trazado real en todo este tramo.

Restos de esta Tercera Muralla han sido localizados en solares situados entre las Calles Nueva Dentro (Antigua Judería) y Nueva Fuera en sendas intervenciones arqueológicas, en el resto no se han constatado.

Hay datos también sobre la puerta de la muralla para entrar en Calle Nueva desde la hor Portal del Rey. Por ejemplo el documento que guarda el Archivo del Territorio Histórico, (ATHA-FHPA-DH-236-7), haciendo referencia a la confirmación sancionada por el emperador Carlos I de España y V de Alemania, de los privilegios, libertades, exenciones, usos, costumbres, preeminencias y ordenanzas de la provincia de Álava, que habían otorgado los diferentes reyes sus antecesores, dice que el propio Carlos I los confirmó el 5 de enero de 1524, justo en la Puerta que dicen Puente del Rey, “yendo en derecho de la puerta que entran a la Calle Nueva”.

Con los datos que aporta Ernesto García Fernández en Una fotografía social de la población urbana vitoriana: el préstamo de 1489 y los censos de alcabalas de 1537 y 1538, podemos tener un pequeño retrato de la población de la Calle Nueva en el siglo XVI. Dice el autor que según los censos de 1537 y 1538 en Vitoria había 16 vecindades, una de las cuales era la denominada Primera vecindad e la Calle Nueva, que además era la que más personas vecinas tenía (105, siguiéndole ya a cierta distancia la Primera vecindad de la Correría con 76; el total de Vitoria era de 797). La explicación consiste en que en algunas vecindades se incluía el vecindario de otras calles, en el caso concreto de la de la Calle Nueva, se le sumaban los 31 vecinos del Arrabal.

Sin embargo, visto por el conjunto de calles, los números de Calle Nueva no son tan distintos de otras calles (por ejemplo, Herrería y Zapatería tenía 111 cada, y la Cuchi 126; sí tenían muchos más tanto Pintorería -152- como, sobre todo, Correría con 192)

Esta Calle Nueva, era la segunda con mayor número de pobres (26), tan solo por detrás de Pintorería (33), pero a mucha distancia, por ejemplo de Cuchillería (1) o Villa Suso (0). Vitoria en total tenía 118. En esta Calle Nueva, y en Prado Santa Clara era donde se daba la principal presencia de labradores (5 cada una, de un total de 20 de todo Vitoria)

Precisamente podemos conocer con cierto detalle la historia curiosa de dos personas vecinas de Nueva Dentro en ese siglo XVI. Se trata de la familia Loyola.

La familia Loyola en la calle Nueva Dentro

Ente el vecindario que vivió en la calle Nueva Dentro en el siglo XVI, hay una curiosidad no demasiado conocida. En aquel tiempo vivieron en ella, en lo que por entones se denominaba “unión natural”, es decir, sin casamiento de por medio, Juan Pérez de Loyola (de la casa de los Loyola) y doña Hermosa (parece que vitoriana y judía, por eso nunca se citaba su apellido), y viviendo en ella tuvieron un hijo natural, Bernardo Vélez de Loyola. Pues bien, antes de vivir en la Calle Nueva con doña Hermosa, Juan Pérez de Loyola había estado casado con Sancha Pérez de Iraeta, con la que había tenido tres hijos legítimos, Maria Lopez, Catalina y Beltrán, siendo este último el padre de San Ignacio de Loyola. O sea que Juan Perez de Loyola fue abuelo de San Ignacio de Loyola. Así lo señala un testimonio de la época (recogido por Antonio Unzueta Echevarria en La rama alavesa de los Loyola. Procedente de Juan Pérez de Loyola, abuelo de San Ignacio, y de la vitoriana Doña Hermosa):

(…) ansi mismo conoçio a Juan Perez de Loyola señor que fue de la casa y palacio de Oñaz y Loyola e a doña Hermosa a los cuales vio e conçio en la çiudad de Vitoria en la Calle Nueba que posaban y bibian entrando en el portal de la dha Calle Nueba çerca de la puerta que ba a Santealfonso tres o cuatro casas al dho portal y bio como el dho Juan Perez de Loyola e doña Hermosa bibian en la dha casa siendo solteros e por casar e ubieron y procrearon al dho doctor Bernardo Belez de Loyola su hijo natural e por tal este testigo lo bio bautizar e crear y fue presente a su nascimiento y ansi mismo sabe y bio quel dho liçençiado Diego Belez de Loyola fue abido y tenido y conosçido por hijo lexitimo del dho doctor Bernardo Belez de Loyola e Guimar Fernandez su muger e como tal a su hijo lexitimo bio que le solian tener en casa y lo criaban alimentaban y daban las cosas neçesarias y le llamaban hijo y el a ellos padre y madre

No acaban ahí la cosas curiosas de esta familia ligadas a la ciudad, ya que un hijo de Bernardo Vélez de Loyola, (tal y como recoge Carmen Martínez Martín en su La estirpe de Ana Vélez de Loyola entre los siglos XVI y XVII: de la aventura americana a la vida social logroñesa) tuvo entre sus hijos a Asencio Salinas Loyola, quien fue uno de los responsables de la invasión (y grandes matanzas y esclavización de indígenas) de la llamada Nueva Granada (la actual Colombia), de tal forma que en 1557 pobló un pueblo allá al que llamó Nuestra Señora de Vitoria, evocando sus orígenes familiares. Esta ciudad no duraría demasiado tiempo:

Sin embargo, como aconteció en otras muchas poblaciones españolas fundadas por la fiebre del oro al final del siglo XVI, la ciudad de Vitoria sufrió un gran decaimiento al faltarle la explotación de las minas, (…) podremos añadir que la ciudad de Vitoria quedó abandonada alrededor de 1589

Lo que no es de lamentar, ya que según señala Germán Colmenares (Problemas de la estructura minera en la Nueva Granada 1550-1700)

Esta ciudad de Vitoria en Nueva Granada fue uno de los lugares donde durante el siglo XVI los invasores hicieron perecer a miles de esclavos en las minas de oro que se hallaron en la zona.

Nueva dentro postal antigua

La evolución en el número de edificios y habitantes

Los documentos municipales de población no dan datos concretos hasta 1880, en el que se nos dice que 1880 tenía 68 edificios habitables, 3 inhabitables y 895 habitantes. No obstante, sabemos también que según el documento de “Proyecto de reforma en la numeración de las casas de esta ciudad” de 1855, la calle Nueva-Dentro (que formaba la Vecindad de San Juan junto a Nueva-Fuera, Portal del Rey, Resbaladero, Barrio de Arana y Barrio de San Cristóbal) contaba en la acera izquierda (impares) con los números del 1 al 61. En la acera derecha (pares) con los números del 2 al 78.

En el documento de 1887 “Cuaderno de rotulación de calles y numeracion de casas” se dice que la calle Nueva Dentro (ya sin guión) tenían en 1887 un total de 77 edificios, y en cuanto a habitantes 821 en 1884 (74 menos que en 1880, lo que es mucho) que habían ascendido hasta 1.233 en 1887 (ahora veremos que es porque se amplía la calle). En cuanto a las vecindades, se decía que del 1 y 2 al 65 y 78 pertenecían a la 1ª de San Juan, y desde estos al final a la de La Cruz. Lo que sucedía es que a la calle Nueva Dentro, que antes terminaba en esos números 65 y 78, se le había añadido ahora los números de la ahora desaparecida calle del Hospicio, que pertenecía a la vecindad de La Cruz, pasando ahora a alcanzar hasta el número 73 en los impares y el 90 en los pares, correspondiendo al Hospicio el número 80.

La descripción que da de la calle es:

Antes calle de la Judería ó Barrio de los Judíos.

Se le dió este título en el siglo XIII, y aquel en 17 de Agosto de 1492, época en que se verificó la expulsión de los Judíos en esta Ciudad. En 1887 se le agregó la calle del Hospicio.

Principia en la calle de San Francisco, y concluye en la del Portal de Urbina.

Linda al Norte con la del Portal de Urbina; Sur, con la de San Francisco; Este, con las de San Ildefonso y Colegio de San Prudencio; y Oeste, con los Cantones de Santa Ana y San Francisco Javier.

El Nomenclátor de 1897 dice que en ese año tenía dos edificios más (79) y que la población del padrón de 1893 se reducía hasta 1.139 personas (casi 100 personas menos que en 1887). Sin embargo el Nomenclátor de 1910 habla de 70 edificios habitables, 5 inhabitables y 1.383 habitantes, población que en 1940 se había ampliado hasta 1.459 habitantes (782 mujeres y 677 hombres). Con estos datos vemos que tras diversas variaciones, entre 1880 y 1940 el número de edificios no había variado demasiado (aumenta de 71 a 75), aunque sí la población, que pasa de 895 habitantes a 1.459.

1 de junio 1959. Fuente: ATHA-SCH-32568.JPG

1 de junio 1959. Fuente: ATHA-SCH-32568.JPG

Una calle con cierta imagen negativa, que no es producto del azar, sino de la pobreza

Si como luego veremos en detalle, hace unos siglos, la entonces calle Judería era una calle gueto para el vecindario vitoriano judío, ya hemos visto también cómo hay datos que señalan que unas décadas después, en los años 30 del siglo XVI, la entonces Calle Nueva era la segunda con mayor número de pobres (26), tan solo por detrás de Pintorería (33), pero a mucha distancia, por ejemplo de Cuchillería (1) o Villa Suso (0), residiendo en la Calle Nueva una cuarta parte de las personas pobres de todo Vitoria. En ella vivían también una cuarta parte de las familias labradoras de por aquel entonces.

Ese empobrecimiento forzaba a no pocas familias a vivir en situación precaria, con hacinamientos y falta de higiene, lo que tenía sus consecuencias durante las pandemias. Así, por ejemplo (tal y como recogen Manuel Ferreiro y Juan Lezaun en Historia de la enfermería en Álava) en el brote de peste de mayo a noviembre de 1599:

En la ciudad de Victoria a Primero dia del mes de junio de Mil y quinientos y noventa y nueve años […] en este Ayuntamiento los dichos señores Regidores propusieron que en el varrio de la calle nueva se avia descubierto aver tocado el mal contagioso de Peste en tres cassas y para remediar el daño tan grande y que esta ciudad no se estendiese la dicha enfermedad abian echo sacar de las dichas cassas asta seys personas que se hallaron heridas y los avian llevado al hospital que esta ciudad tiene hecho en la deesa de olarizu y a demas dello avian sacado ottras veynte personas sospechosas de las dichas cassas y de ottras que avian comunicado con ellas

Estos mismos autores, recogen de Porres y Reguera el dato sobre la epidemia de viruela de 1784, señalando que “Solamente en la calle Nueva fueron afectadas de viruela 53 personas, de las cuales 15 murieron”.

En la epidemia de viruela de 1889 a 1891, según Ramón (en su Resúmen histórico de la enfermedad variolosa en la Ciudad de Vitoria y sus alrededores), de nuevo la Calle Nueva fue la calle de Vitoria con más defunciones, 17 personas, y otras 47 “invadidas”.

A esta imagen un tanto maldita que se le había creado a la calle, en la primera mitad del siglo XX la hipocresía social le añadiría un nuevo aspecto (también con claras raíces en la pobreza económica), la unida a la prostitución, pues en los años 30 estaban ubicadas en Nueva Dentro las cinco casas de prostitución autorizadas en la ciudad, cuya existencia legal arrancaba de unas décadas antes, tal y como señalan Paloma Manzanos y Francisca Vives (Las mujeres en Vitoria-Gasteiz a lo largo de los siglos. Recorridos y biografías):

En el número 44 de Nueva Dentro, en el año 1861 se abrió un burdel. Hasta el siglo XIX la prostitución había sido ilegal en la ciudad y, por lo tanto, las casas de prostitución. En este prostíbulo trabajaban varias chicas menores de edad, de entre 17 y 21 años

Manualillo del cólera

Pero más allá de todo esto, pocos textos recogen la vida cotidiana de la calle, por eso reproducimos entero esta descripción del trabajo ya mencionado de Paloma Manzanos y Francisca Vives:

Teresa de Furundarrena regentaba a mediados del siglo XVIII una mistelería en la calle Nueva, propiedad de su padre, el chocolatero Joseph de Furundarrena. La mistelería era un local en el que se despachaba mistela, una especie de vino dulce, al modo de una taberna. Muchas mujeres en el siglo XVIII seguían aferradas a un estilo de vida tradicional, es decir, a la permanencia en el espacio doméstico. Cierto es que las mujeres no participaban de los mismos espacios sociales que los hombres, aunque en ocasiones sí lo hacían, codo con codo. Ellas poseían los suyos propios y una vida social más amplia de lo que hasta ahora podíamos creer. Si las damas tenían sus tertulias exclusivas, también las mujeres de los artesanos contaban con sus espacios de reunión, de sociabilidad informal, muy ligada a la cultura popular.

La mistelería de Teresa era un lugar de reunión para las mujeres de los artesanos de la vecindad y para los estudiantes. Todas las tardes, a eso de las 5 ó 6, acudían a este local estas mujeres, incluso con sus bebés a cuestas y sus hijos pequeños. Allí pasaban alegremente la tarde y parte de la noche. En el zaguán de la mistelería era corriente que hubiera cada día al menos cinco o seis mujeres. Aquí se reunían en el año 1756 en “tertulia informal” tres mujeres: la dueña del local, Teresa de Furundarrena, María Ignacia Ortíz de Zárate, mujer del albañil Antonio de Landaloio, y Teresa de Aiestarán, esposa de Severino Gómez, ministro de a pie del resguardo de las rentas generales y la del tabaco en los portales de la ciudad. María Ignacia Ortíz de Zárate, aprovechando que era vecina de los Furundarrena, ya que vivía frente por frente de su casa, solía acercarse a ella “con la criatura que tiene mamando (…), para conversar en ella parte de la noche, con el motivo de residir enfrente”. Así mismo, Teresa de Aiestarán concurría siempre que podía “a casa de Joseph de Furundarrena, para pasar un rato de la noche en diversión y encontró a su hija Teresa de Furundarrena en la tienda (…) y después entró en dicha tienda al mismo fin, María Ignacia Ortíz de Zárate (…) y algunas chicas de la calle de poca edad”. Un joven estudiante que acudía a ella con frecuencia explicaba como en este establecimiento “tomó conversación con una muchacha que la vendía (…) y con otras cinco o seis mujeres o muchachas que se hallaban en la tienda”. Pero no solo se dedicaban a entablar conversación con los estudiantes, sino a actividades lúdicas, como el juego de cartas. Teresa de Aiestarán solía jugar a los naipes con sus dos amigas, la hija del dueño de la mistelería, también llamada Teresa, y con María Ignacia, y tan absorta estaba en la plática y en el juego que no se fijaba en las personas que entraban en la mistelería “ni puede decir cuales fueron por la diversión que tenía en el juego”. En la misma tienda de mistela también coincidían por la tarde otras mujeres. Catalina de Guillerna, hija del sastre Mateo de Guillerna, frecuentaba este local para “divertirse un rato” y en donde se encontraban “otras mujeres o muchachas que estaban jugando a los naipes”. La sociabilidad artesana, tanto masculina como femenina, estaba muy unida a los rituales de la bebida y del juego, que formaban parte de la cultura popular de estas gentes del siglo XVIII.

Algunos datos sobre la situación en el inicio del siglo XXI

Dando ahora un salto hasta el siglo XXI, cuando el Ayuntamiento realiza las fichas urbanísticas de los edificios del PERI, los datos que encontramos en ellas sobre Nueva Dentro – Judería,  aportan pistas para conocer cómo estaba formada su población y la situación de sus edificios hacia el año 2000.

Tenía entonces 292 habitantes. De ellos, tan sólo 20 eran menores de 14 años. Por el contrario, en 24 viviendas vivían solas personas mayores de 65 años (en 2 viviendas, hasta tres personas solas mayores de 65). Al mismo tiempo, había 81 viviendas en las que no vivía ninguna persona mayor de 65 años.

Había 197 viviendas, de las cuales 60 estaban vacías (en más de una decena de ellas por estar recientemente rehabilitadas y no haberse ocupado aún). Pero en otras 21 el Ayuntamiento detectaba hacinamiento.

Teniendo en cuenta que, como hemos visto, las personas menores de 14 eran sólo 20, parece claro que el vecindario tipo de la calle es el de personas de mediana edad sin hijas o hijos pequeños, pero también sin padres o madres mayores. Sin olvidar que en un 17,5 % de las 137 viviendas en las que residía vecindario, estaban habitadas solo por personas mayores de 65 años.

De los 35 edificios de la calle, tan solo una quinta parte (7) contaba con ascensor. Y más de la mitad (19) eran de estructura de madera.

Por lo que refiera a la situación estructural de los edificios, y sirviéndonos ahora de los datos que aporta la Inspección Técnica de Edificios, en este caso con fecha de 2018, una tercera parte de los edificios (13) están construidos en el siglo XIX. De los 25 que se tiene datos 11 están en mal o muy mal estado, y 4 en estado regular.

Todo indica que la pobreza sigue condicionando la vida de buena parte del vecindario de Nueva Dentro, obligándole a condiciones de vida muy distintas a las de la media de la ciudad (aunque no a las del resto del Casco). Pero eso, una vez más no se señalará en ninguna de las guías y recorridos turísticos que las instituciones y empresas organizan dicen que para “conocer el barrio”, cuando en realidad se esfuerzan por ocultar sus problemas reales.

1 de junio 1959 Fuente: ATHA-SCH-32567.JPG

1 de junio 1959 Fuente: ATHA-SCH-32567.JPG

Un cierto caos en torno a la actual denominación de la calle

Ya hemos comentado que en castellano la calle se llamó inicialmente Judería, pasando posteriormente a denominarse Calle Nueva, y sin tardar mucho, Calle Nueva Dentro (ya que se había creado otra calle que se denominaría Nueva Fuera). Pasaron siglos hasta que en 1992 el Ayuntamiento aprobó la actual denominación de Nueva Dentro – Judería.

Pero, en lo que se refiere a la denominación de la calle en euskera, cuyo nombre oficial es BARNEKALE BERRIA – JUDUTEGIA kalea,  la cuestión es más enrevesada. Ya hemos visto que Ismael García-Gómez (Vitoria-Gasteiz y su Hinterland. Evolución de un sistema urbano entre los siglos XI y SV) en base al padrón fiscal de 1489 sostiene que la que ya entonces aparece como Judería sería la misma calle que anteriormente aparecía como “puebla bajera”, “calle bajera” o “Barrenkale”, y no sabemos si como efecto de ello hay algunos sitios de Internet en los que aparece denominada como Barrenkale berria, como es el caso de la Wikipedia, algún documento de la propia Oficina de Turismo municipal, o incluso disposiciones en el BOPV, o en el BOTHA

Por si esto no fuera poco, hay otros muchas webs que la recogen como Barruko Kaleberria Judutegia, y no es de extrañar, porque por muy asombroso que parezca, es el nombre que aparece todavía hoy en las placas de la calle:

barruko kale berria

Y eso que los carteles son relativamente recientes, ya que aunque el cambio de denominación se aprobó en 1992, no fue hasta 19 años después, en 2011, cuando se llevó a cabo el cambio de placas (no se sabe en base a qué colocando el término Judería o Judutegia entre paréntesis).

Para rematar el cierto caos que rodea todo lo relacionado con los nombres, si consultamos el Callejero municipal con fecha mayo 2022, nos encontramos con que en la denominación en euskera si ha eliminado el término judutegia… Lo dicho, un caos.

PARTE SEGUNDA:

 QUE NUEVA DENTRO JUDERÍA SIRVA DE EJEMPLO DE LA JUDEOFOBIA VITORIANA PARA EVITAR NUEVOS COMPORTAMIENTOS SIMILARES

 

 Como hemos visto, el nombre inicial de esta calle vitoriana fue el de Judería, denominación que recuperó en parte en 1992 cuando el Ayuntamiento, al cumplirse 500 años de la expulsión de la comunidad judía de Gasteiz, decidió darle el nombre actual de Nueva Dentro-Judería. Sin embargo, más que sorprendentemente, el nuevo nombre no se incorporó a las placas de la calle hasta casi ¡¡20 años después!!, y, para colmo, el acto de ese cambio de placas fue inaugurado por un alcalde, Javier Maroto, que en los siguientes años iba a dar sobradas muestras de su racismo contra la población magrebí. Por eso no es de extrañar que en ese acto de inauguración de las nuevas placas de la calle, el alcalde de tan triste recuerdo, pareció especialmente preocupado en ocultar esa fobia hacia la población judía que mostraron nuestros antepasados, pues, como recogía la nota de prensa municipal:

Ha destacado que la comunidad judía vivió en esta calle entre 1256 y 1492, y hay que reconocer que la ciudad de Vitoria y sus autoridades nunca expulsaron a los judíos, sino que la abandonaron por motivo del decreto de expulsión dictado por los Reyes Católicos.

 Como veremos en los próximos párrafos, hizo cosas aún más graves que expulsarlos. Pero, hay una cierta corriente de opinión que se esfuerza por mantener la idea de que la convivencia con el vecindario vitoriano judío de aquel entonces habría sido casi hasta ejemplar. Para ello se suele utilizar como ejemplo incuestionable el acuerdo al que se llegó con la comunidad vitoriana judía en el momento de su expulsión, para respetar el monte donde se hallaban enterradas sus personas difuntas, Judimendi. Incluso en ese lugar se ubicó en 2004 una obra artística denominada “Convivencia”… que sin embargo ha sido objeto de ataques judeófobos en diversas ocasiones (2005, 2012, 2021…)

Pero no es esa “convivencia” lo que tuvo que soportar la población vitoriana judía en la calle Judería, y la mejor forma de aprender de nuestros errores no es ocultándolos, sino teniéndolos presentes, para evitar recaer en ellos. Recojamos algunos de los ejemplos que han señalado personas estudiosas de la historia o cronistas.

La fobia vitoriana hacia la población judía es bastante anterior a su expulsión en 1492

 La mayoría de los textos que hemos consultado coinciden en señalar la llegada de la comunidad judía (no sabemos si así, en bloque) a Gasteiz a finales del siglo XII, aumentando rápidamente de tal forma que medio siglo después, cuando se lleva a cabo el segundo ensanche de Gasteiz ya era una comunidad asentada en la ciudad, por ello una de las tres nuevas calles que se crean en la Ladera Este de la colina toma el nombre de Judería. También coinciden en que era la comunidad judía más importante de toda el área vascongada. En palabras de Enrique Cantera en su Las juderías de la Diócesis de Calahorra en la Baja Edad Media:

No consta con exactitud en qué momento comenzaron los judíos a asentarse en esta población, aun cuando hay que suponer que fuera a raíz de la fundación de la ciudad de «Victoria» por Sancho VI de Navarra en el año 1181. En palabras de Eulogio Serdán, los judíos que se establecieron en Vitoria llegaron desde Navarra y Miranda de Ebro.

Los primeros datos sobre el comportamiento judeófobo de una buena parte de la población vitoriana hacia el vecindario judío son muy anteriores a la expulsión de 1492, pues nos llevan, al menos, hasta 1332. Como recoge el canónigo y archivero Mariano Arigita Lasa en Los judíos en el País Vasco, su influencia social, religiosa y política (1908)

(…) y en regiones como Vitoria, por la natural ojeriza que guardaban á los hijos de Judah, contra quienes pedían y obtenían del Rey D. Alfonso el Onceno, en 1332 “que los de Vitoria obieron de uso e costumbre de luengo tiempo, seyendoles siempre goardado, que los judíos que morasen en la villa nin en otro logar, que non fagan cartas de debdas sobre los cristianos vecinos dende, et que si las fiçieren, que non valan”

 Esta aportación echa por tierra la pretendida justificación del odio a los judíos en base a los hechos acaecidos en 1387, como recogen Rosario Porres y Teresa Benito de las palabras del dominico T. Egido (en el texto El estatuto de limpieza de sangre y sus repercusiones en Vitoria en tiempos de Felipe II), aunque señalan también la posibilidad de que ese odio a los judíos en Vitoria se remontara ni más ni menos que a la fundación de la ciudad en 1181:

Como acontecía en otras ciudades, en Vitoria la imaginaria popular, espoleada por las elites interesadas en ello, tenía forjada ya la representación mental del converso conscientemente asimilado al judaizante y al propio judío, en tal grado de identificación que —en palabras de T. Egido— a pesar del paso de las generaciones seguía siendo el heredero de un legado biológico, genético casi, difícil de erradicar: el deicidio»^. El mismo dominico al que en un párrafo anterior hemos visto escandalizado de la frivolidad y la impunidad con las que los vecinos se acusaban entre sí, se jactaba a un tiempo del odio notorio y ancestral que los judíos despertaban entre los vitorianos, originado según él en un hecho acontecido en 1387 cuando los ingleses «… se apoderaron de Vitoria y la saquearon, dándole entrada los judíos…»^ Y aún más, a fuer de sacralizar la costumbre, no faltaban quienes lo hacían remontar hasta el momento mismo de la fundación de la ciudad, acontecida en 1181.

Otras fuentes como Enrique Cantera, señalan un posible prejuicio judeófobo anterior a ese de 1387:

 Según algunos autores, aun cuando no hay constancia documental de ello, en el año 1348 Vitoria sufrid las consecuencias de una terrible peste bubónica que redujo la población a la cuarta parte. Los judíos habrían sido acusados de ser los causantes de la misma por envenenar las aguas de las fuentes

 También hay testimonios claros de la creación de verdaderos guetos en el primer tercio del siglo XV, y de un asesinato a un judío vitoriano en el segundo tercio. De ambas cuestiones nos da cuenta Ladislao de Velasco en el texto Los judío en Alaba, publicado en Euskal Erria, Revista Bascongada, describiendo además la calle Judería o calle Nueva:

Las primeras actas que se extendieron de los acuerdos del Ayuntamiento ó Justicia de Victoria, y desde ese dia se conservan todas, salvo un pequeño lunar, fechan del año 1428. En 17 de Mayo del mismo encontramos una que dice: «Otro sí ordenaron que de aquí en adelante no entren en la Judería mujeres ni mozas de diez años arriba, sopena de veinte y cuatro maravedises por cada vegada para los jurados, é para otro cualquiera que la fallare.» En 17 de Julio del mismo año ordenaron y mandaron: «Que alguno ó algunos Judíos ni Judías de la dicha Judería, ó de otra cualquiera parte, no anden sin señales colocadas segun la ordenanza del Rey», y luego disponen no trabajen los domingos y fiestas, no compren aves los domingos y juéves hasta pasado mediodía, «que cuando pase el cuerpo de Dios, ó su »Santa Cruz, fagan reverencia poniéndose de rodillas y quitando los»caperotes.»

Como se desprende de los anteriores acuerdos, en 1428 existia la calle ó barrio de la Judería, y lo era la que hoy llamamos calle Nueva, aislada de lo restante de la poblacion, pues por su trasera á la calle de la Pintorería todas las casas estaban incomunicadas, y por el otro lado, al Este, corria la muralla, teniendo una sola entrada ó acceso á la parte del Portal del Rey, que se cerraba con sólidas puertas todas las noches cual las restantes calles del pueblo. Sabemos tambien por actas posteriores, que las casas, entrando á la derecha, en la Judería, pertenecian á D. Salomon y D. Helicer Jacon, tendero que habia sido de D. Gaon su padre, y que estaban situadas hácia la Torre ó Puente del Rey: de donde luego vino el llamarse aquella entrada Portal del Rey.

Y pues nombramos á Gaon, recordarémos que este judío de Vitoria, es el que en 1463 tenia arrendadas de D. Enrique IV algunas rentas públicas, y aprovechando la estancia del Rey en Fuenterrabía, creyó el momento oportuno para exigir una contribucion ó pedido á este país, y al pretender realizarlo en Tolosa, fué muerto por el pueblo amotinado el dia 16 de Mayo; y aunque el Rey estaba tan próximo y sintió grandemente este desacato, mandó guardar perpetuo silencio sobre el hecho y que jamás en adelante se pidiera tal cosa

 Medidas en la misma línea se recrudecieron en 1482 (y nuevamente en 1487), según recoge el ya citado trabajo de Mariano Arigita:

En Vitoria no sólo se acordaba por el Consejo, en 28 de Mayo de 1482, rehabilitar la antiguas ordenanzas, que vedaban á toda mujer cristiana la entrada en la judería, acuerdo que agravaba en 24 de Julio del mismo año, añadiendo que ninguna persona cristiana fuese osada en día de sábado «á façer fuego, nin guisar en casa de judío para judío alguno», sino que, ya en 16 de Junio de 1486 mandaba pregonar por calles y plazas ciertos artículos acordados por el alcalde, regidores y diputados, en que invocando el servicio de Dios y de los Reyes y el «aumento déla fe católica» disponían:

1.0 Que nadie entrara en la Judería á vender hortalizas ni vianda alguna, limitándose á expenderla del lado afuera de su puerta.

2.» Que ninguna moza ni mujer casada entrase en la expresada Judería, bajo ningún pretexto, sin la compañía de un home lego, que la vigilara y guardara hasta su salida.

3.° Que ningún judío recibiese en su casa á mujer cristiana, de cualquiera estado ó condición que fuese.

4.» Que ninguna mujer ni moza cristiana “se alquilara á jornal” á judío ni judía; todo bajo penas aflictivas y pecuniarias.

Con tales Ordenanzas, agravadas cinco años más tarde con nuevas restricciones, se cerraba la puerta á toda negociación entre los individuos de ambas razas; extendíase la atmósfera de aversión que el país vasco profesaba á los hebreos, renunciando hasta á darles la hospitalidad que por tantos años habían disfrutado.

 Podría pensarse que estas normas eran impuestas por las autoridades, pero que el comportamiento judeófobo que representan no era acorde con el de la población vitoriana no judía, y que la población vitoriana judía, a pesar de ello, vivía con cierta tranquilidad. Nada más lejos de la realidad, a tenor del testimonio directo de la comunidad judía en 1488 recogido por Ernesto García Fernández (Cristianos, judíos y musulmanes en las comunidades vascas: más allá de un enfrentamiento entre religiones) donde podemos ver el salvajismo de al menos parte de la población vitoriana no judía contra la propia población vitoriana judía:

<…diziendo que avian seydo e heran muy maltratados por los vecinos e moradores de la dicha ciudad de Vitoria, apedreandolos e descalabrandolos por las calles donde andavan injusta e non devidamente e deziendoles muchas menguas e deshonrras syn ninguna causa  aun iendo de noche a la juderia despues que los judios son encerrados en sus casas e quebrantarles las ventanas a pedradas. E lo que peor hera que avia aca*esgido estando los judios en su synoga faziendo oraqion entraron los cristianos a revocados donde estavan lasjudias e escupirlase darles de puñadas e coces de tal manera que los dichos judios e judias non osavan estar en su juderia nin bevian seguros…>>».

Entre los textos que hemos consultado quienes quizá aportan mayor cantidad y detalle del comportamiento judeófobo de nuestros antepasados sean Enrique Cantera Montenegro y José Ramón Díaz de Durana Ortiz de Urbina.

El primero de ellos en el texto Los últimos tiempos de la presencia judía en Calahorra y La Rioja resume algunas de las cuestiones ya señaladas, añadiendo que, lejos de que fueran las autoridades de la época las que instigaran a ese comportamiento, esas autoridades tuvieron que intervenir para intentar “poner coto a los excesos antijudíos”.

Uno de los ejemplos paradigmáticos de la hostilidad de las autoridades concejiles hacia la población hebrea es el de la ciudad de Vitoria donde, mediante la promulgación de sucesivas ordenanzas municipales -en 1482, en 1484 y en 1486-, se trataba de limitar la intervención de los judíos en los más diversos campos de la actividad socio-profesional, así como propiciar el más completo aislamiento de la población hebrea. Incluso se produjeron en 1488 algunos ataques con piedras contra la sinagoga vitoriana, y agresiones físicas contra los judíos que se encontraban orando en ella. Ante las reiteradas quejas de los representantes de la aljama vitoriana y, sin duda, alarmado por la preocupante evolución de los acontecimientos, el Consejo Real intervino en julio de 1488 para poner coto a los excesos antijudíos y para amparar a los hebreos en sus legítimos derechos.

 Por su parte Díaz de Durana intenta hacer una lectura de los hechos en los que, como también ocurre en la actualidad, una parte importante de esa judeofobia tiene raíces e intereses económicos:

En nuestro caso, es a partir de 1428 cuando la conciencia antijudía comienza a materializarse en normas concretas destinadas a regular la convivencia. Los objetivos que se pretenden alcanzar parecen ser fundamentalmente dos: en primer lugar la segregación, obligándoles para ellos a «que non anden syn sennales coloradas segund la ordenanc;a del dicho sennor Rey» e impidiendo que entraran en la judería, sin duda a servir en casas judías «mugeres nin moc;as de dies annos arriba»; y, en segundo lugar, la imposición de un estatuto de inferioridad a los judíos y su religión frente a la mayoría cristiana

(…) Probablemente, sin embargo, las medidas adoptadas, que no eran resultado de la aplicación de la legislación general del reino, estaban inspiradas por determinados sectores -el clero- y asociaciones profesionales -cabildos artesanales- de la sociedad vitoriana que encontraron en la segregación y la discriminación económica de los judíos, plasmada en los acuerdos de Cortes, una excelente excusa para eliminar a sus competidores.

 

Uno de los ejemplos más vergonzantes de la judeofobia judía vitoriana: el proceso de Jato Tello

 Es complicado el poder documentar con detalle las tropelías que buena parte del resto de la población vitoriana, incluidas autoridades, cometieron contra la comunidad judía vitoriana. Pero hay un caso que, por sus características, sí que ha sido recogido con detalle. Se trata del que Iñaki Bazan, en el texto del que nos vamos a servir, titula El proceso de Jato Tello (Vitoria 1485: ¿error judicial o empleo de la justicia penal en la política antijudía?.

Bazán nos cuenta que Juan Fernández de Paternina era un miembro de la nueva oligarquía urbana Vitoria que controlaba el Ayuntamiento, y este juez de primera instancia ejerció de alcalde ordinario del 29 de septiembre de 1484 al 29 de septiembre de 1485. Por otro lado, Jato o Jacob Tello pertenecía a una de las familias más importantes de la judería vitoriana. Estaba casado con Buenaventura y tuvieron al menos una hija y un hijo. Parece que la familia se dedicaba al comercio de cereales. Resumamos el relato de Bazán sobre este caso:

En julio de 1485, Juan Fernández de Paternina, actuando probablemente ex officio (…) ordenó detener al judío Jato Tello por el delito de blasfemia y reniego de Dios. Obviamente, Jato Tello negó la acusación y reclamó al alcalde que le liberara de la cárcel y del delito que le imputaba. Por la relación del pleito, parece ser que tampoco existieron testigos que, con sus testimonios, corroboraran la versión del alcalde e incriminaran a Tello; por ello se recurrió a la tortura judicial como medio para obtener la confesión del presunto delincuente.

Dado que la blasfemia o crimen de lesa majestad divina era un delito extremadamente grave que llevaba aparejado penas de efusión de sangre y que, además, el reo no era ninguna de las personas que la legislación eximía de padecer tortura judicial, no resulta extraño que se recurriera a ella para obtener su confesión. (…) Tello padeció por dos veces una tortura que él mismo no dudó en calificar como la «más fuerte y terrible» y «cruel». En el transcurso de las sesiones, rindiéndose al sufrimiento, confesó que era cierto que él había blasfemado y renegado pero, al término de las mismas, cuando se le requería que se ratificara en lo declarado, entonces retornaba a proclamar su inocencia. A pesar de que el alcalde no logró su objetivo, dictó sentencia condenatoria: mutilación de lengua, cincuenta azotes, pérdida de la mitad de sus bienes y pago de las costas procesales (…)diversas personas influyeron en el ánimo del alcalde: por «ruego de algunas personas le dejo de cortar la lengua e se la hizo enclavar».

(…) Tras dictarse el fallo judicial, Jato Tello tenía derecho a recurrir ante instancias superiores que, en el caso de los vecinos de Vitoria, era el tribunal de apelación que se encontraba en la Sala del Crimen de la Real Chancillería de Valladolid. Sin embargo, Juan Fernández de Paternina procedió a ejecutar la sentencia, ignorando el derecho del reo a apelar. En primer lugar, fue escarnecido públicamente, al ser montado en un asno con una soga de esparto a la garganta y ser conducido de esta guisa desde la cárcel municipal hasta la plaza pública, donde se encontraba el cadalso. Durante el recorrido, el pregonero anunciaba a los vecinos cuál era la culpa del condenado y su castigo. A la vista de todos los concurrentes al acto se le dieron los cincuenta azotes y se le clavó la lengua.

(…) La pena económica a que fue condenado ―la pérdida de la mitad de sus bienes― se repartió de la siguiente forma: la mitad para la Hacienda real y la otra mitad, que de haber habido delator hubiera sido para él, el alcalde ordenó que se empleara en hacer un paño de excelente calidad para sacarlo sobre el cuerpo de Jesucristo y la imagen de la Virgen en las procesiones solemnes de la ciudad

(…) La mujer de Jato Tello, Buenaventura, se presentó ante las puertas de la casa del alcalde Paternina para solicitarle un traslado del proceso, imprescindible para poder reclamar justicia ante una instancia superior. Esta mujer demostró comprender a la perfección la filosofía inherente al hecho de apelar, pues espetó al alcalde que el «remedio de los agraviados era apelar»[28]. Sin embargo, en principio, no consiguieron la copia o traslado del proceso, por lo que debieron recurrir al Consejo Real, desde donde el alcalde y el escribano de la causa fueron conminados, el 26 de septiembre de 1485, a entregarlo

(…) Los alcaldes de la Sala del Crimen de la Chancillería, vistas las pruebas presentadas ante ellos, emitieron el siguiente fallo, el 20 de julio de 1486, esto es, un año después de transcurridos los hechos: en primer lugar, anularon el juicio realizado por Juan Fernández de Paternina; en segundo lugar, revocaron su sentencia y absolvieron a Jato Tello de todo lo pronunciado contra él; en tercer lugar, ordenaron que le fuera devuelta su «honra y buena fama en que se encontraba antes y al tiempo que la dicha sentencia fuera ante él pronunciada», al igual que su hacienda; y en cuarto lugar, Juan Fernández de Paternina fue condenado al pago de las costas procesales del pleito en grado de apelación, que ascendieron a la suma de 7.500 maravedís.

 El mismo Iñaki Bazán indaga sobre las posibles causas de este hecho, cuyas raíces son la fobia contra la comunidad judía:

(…) ¿Qué provocó la prevaricación del alcalde ordinario Juan Fernández de Paternina? La enemistad manifiesta con Jato Tello, según alega su procurador y se recoge en la ejecutoria criminal del pleito: «sin acusador y sin hacer proceso alguno y sin darle lugar que dijese y alegase de su derecho y dijo que todo el proceso se hiciera con enemistad y malquerencia […] dolosamente dijo que por vengarse de él por enemistad». Incluso el alcalde llegó a abusar de su autoridad al malvender sus bienes para convertirlos en moneda y poder cobrar de este modo la mitad de ellos según la sentencia, ya que su vivienda, valorada en unos 30.000 maravedís, fue subastada en la ridícula cantidad de 4.000 maravedís. La enemistad manifiesta entre Juan Fernández de Paternina y Jato Tello no era una cuestión aislada que afectaba única y exclusivamente a esas dos personas, incluidas sus familias y deudos, sino que se explica dentro de un contexto más amplio que enfrentaba a las comunidades cristiana y judía de Vitoria, cuya pacífica convivencia se rompió en el último cuarto del siglo XV.

 

La fobia hacia la población judía prosigue tras la expulsión

 Son muchos los relatos actuales que caracterizan la expulsión de la población judía vitoriana en 1492 (que según el citado E. Cantera, afectó a entre 120 y 150 familias, lo que suponía alrededor de un 7% de la población total vitoriana del momento) como si fuera una medida impuesta y llevada a cabo de mala gana por las autoridades vitorianas. Para ello se utiliza como argumento principal el acuerdo al que se llegó con la población judía expulsada para respetar el terreno donde se encontraban enterradas sus personas muertas (Judimendi). Siendo este hecho real, no refleja el proceder general ni de las autoridades ni del resto de la población vitoriana, que siguió tras la expulsión dando muestras de su judeofobia. Veamos algunos ejemplos de ellos en el ya citado texto de José Ramón Díaz de Durana:

(…) el ayuntamiento, en su sesión de 26 de agosto de 1493, acordó«… que por quanto algunos de los cristianos nuevos que otro tiempo heran judios vienen a bebir muchos dellos a la calle Nueva que en otro tiempo desian la Judería e dello redunda deserviçio de Dios e grand ynconveniente e aun dello se han quexado algunos vesinos, que ninguno dellos non ayan de bebir en la dicha calle masantes los que en ella biben de los tales busquen otras casas e se vayan dendedentro de quin9e días…».

El antisemitismo dio paso, inmediatamente después de la expulsión, al furor anticonverso. Juan Sánchez de Bilbao, uno de los más genuinos representantes por su importancia económica y su posición social, fue asesinado en enero de 1493 por García de Mendoza y otras personas de la Tierra de Ayala, y un año más tarde su padre, que había fallecido en 1473, era condenado por hereje judaizante y quemado en efigie. El hijo de Juan, que tuvo como huésped en su casa al Papa Adriano VI cuando le fue comunicada su elección, tuvo que continuar defendiéndose frente a la Inquisición de su condición de nieto de converso. Sin duda el ejemplo de esta familia puede orientamos sobre las humillaciones y el destino final que –en muchos casos terminó en la hoguera- debieron soportar otras menos pudientes que optaron por la conversión

 No sólo perduraba la fobia hacia la población judía, sino que con el apogeo de la inquisición a aquélla se sumaron otros colectivos, como señalan claramente estas referencias que recogen Rosario Porres y Teresa Benito:

Pero junto a la del «notado» el paso del tiempo había ido forjando igualmente una imagen del «limpio», que no era sino la de quien justificase «.. no tener… sus padres, abuelos y demás ascendientes raza, mancha ni dependencia alguna de judíos, moros, moriscos, ni de mala secta reprobada, ni que hayan sido penitenciados por el Santo Oficio de la Inquisición, por crimen de heregia, u otro delito alguno…»^. Esto es, ya no eran sólo el judío, el moro y el converso; ahora contaban también el hereje y el penitenciado. Una imagen generalizada que, sin embargo, cobraba en esta ciudad un tinte particular porque Vitoria, que no era muy populosa, ni un gran baluarte económico o militar, vivía este tema muy condicionada por su carácter fronterizo: «…por ser esta dicha ciudad muy pasajera e aduana de los puertos de diezmos de mar e tierra e camino que ban para Francia e Alemania donde concurren muchos pasajeros de naciones estrañas…»^. Pasajera y aduana, dos circunstancias que implicaban necesariamente el tránsito de personas, mercancías y, como no, de las ideas.

(…) Corría el mes de mayo de 1574 cuando las autoridades municipales acorda- ron unánimemente la implantación del estatuto de limpieza de sangre en el Ayuntamiento, en los siguientes términos:

«…que de aquí adelante en ningún tiempo del mundo… no puedan ser nombrados ni elegidos para oficio ninguno del dicho regimiento ninguna persona que tenga raza de judío moro confeso ni penitenciado por el Santo Oficio de la Inquisición por cosa que hayan cometido o cometieren contra la nuestra fe catholica ni a ninguno que sea descendiente dellos so pena que nombramiento que en la tal persona se hiziere sea ninguno…»’^s.

(…) En 1584, le tocaría el turno a otra pudiente familia vitoriana, los Ruiz de Vergara. Alonso de Zaldibar, familiar de la Inquisición por aquel entonces, acusó a Juan Ruiz de Vergara, alcalde ordinario (más tarde llegaría a ser Diputado General de Álava) y a Francisco Ruiz de Vergara, diputado del ayuntamiento, de ser judíos y descendientes de judíos y de «hacer juderías», para escándalo de toda la ciudad y su comarca.

 Creemos que ante la evidencia del comportamiento judeófobo de una parte importante de la población e instituciones vitorianas lo que deberíamos es tomar nota, aprender de los errores de nuestros antepasados e intentar no repetirlos. Si, por el contrario, el esfuerzo se centra en intentar ocultarlos, estaremos abriendo la puerta para que se repitan, como desgraciadamente ha ocurrido hace unos años con el proceder racista del exalcalde Maroto con respecto a la población vitoriana de origen magrebí.

La historia de Vitoria, como la de otras muchas ciudades, es una historia de migración. Vitoria se creó por la venida de gente de las aldeas y pueblos cercanos. Posteriormente creció con la inmigración de muchas personas procedentes de lugares muy variados del Estado español, y en las últimas décadas, si continúa su crecimiento es gracias al nuevo vecindario venido de muy diversos países. Todas y todos, quienes vivimos en Gasteiz, con nuestras diversas culturas, orígenes, colores de piel, religiones o costumbres conformamos Gasteiz, y ninguna de esas características convierte a nadie en más o menos gasteiztarras. Ojalá que la historia de la calle Nueva Dentro Judería nos sirva de aprendizaje para no volver a repetir los errores del pasado, y para que si algún mandatario (por electoralismo) o alguna parte del vecindario (por temor infundado a quien se desconoce) emprende acciones xenófobas o racistas contra parte de nuestras personas vecinas, seamos capaces de actuar en su defensa, sin guetos, expulsiones ni discriminaciones.

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