La casa como laboratorio del capital
Queremos explicitar algunos puntos de lo que hemos venido argumentando. Explicar, de modo concreto, cómo la casa se ha convertido en campo de batalla, lugar de trabajos múltiples, espacio de nuevos usos de los que se beneficia la economía de plataformas, sitio de aterrizaje de deudas domésticas y de tecnología financiera. Es fundamental, como señalamos, que podamos problematizar lo que sucede allí, al ras de nuestra vida cotidiana, porque el feminismo ha desconfinado ese lugar que se quiso por mucho tiempo privado, familiar y superficie privilegiada del trabajo no pago.
Cuando decimos que la casa se ha transformado en un sitio predilecto para experimentaciones del capital no estamos afirmando que sea un proceso cerrado ni concluido. De allí la importancia de nuestra metodología feminista: vemos en ese espacio vital una disputa abierta y no unas modificaciones definitivas. Aun así, no podemos dejar de partir del cambio ya acontecido en muchas de las rutinas domésticas, en las dinámicas laborales, en las marcas mismas que ha impuesto la reorganización sensible y logística de la pandemia.
De esta forma, en este trabajo, postulamos que la casa –su espacialidad, funcionamiento y dinámicas– sufrió reconfiguraciones nodales durante estos dos años que no se terminan con el fin del período de medidas de restricción sanitaria.
Este párrafo de su apartado de conclusiones creemos que describe en buena medida uno de los aspectos centrales del contenido del librito (58 páginas) que hoy os acercamos: La casa como laboratorio: Finanzas, vivienda y trabajo esencial, escrito por Lucía Cavallero y Verónica Gago (Buenos Aires, 2022; Fundación Rosa Luxemburgo).
Aunque a esas conclusiones se llega de un trabajo previo que parte de las interrogantes que surgieron en su práctica política durante la pandemia:
Este trabajo resume y condensa los interrogantes que surgieron en nuestra práctica política durante la pandemia y es, al mismo tiempo, una continuidad de la investigación sobre los impactos del endeudamiento público y privado en la vida cotidiana de las mujeres, lesbianas, travestis y trans que realizamos en el marco del Grupo de Intervención e Investigación Feminista (GIIF).
(…) Por otro lado, como segunda línea, construimos una alianza política con la agrupación Inquilinos Agrupados para intersectar las agendas del movimiento feminista con las de lxs inquilinxs y, sobre todo, trabajar en conjunto deuda doméstica y vivienda en alquiler. Ambas dimensiones se conectaron de manera dramática durante la pandemia revelando, también, el ensamblaje de violencias machistas y abusos propietarios especialmente contra mujeres, lesbianas, travestis y trans, en lo que caracterizamos como “violencia propietaria” .
En la problemática de la vivienda entonces –y, en particular, en el modo en que el endeudamiento doméstico la reconfigura– hemos ubicado una zona clave de la investigación feminista. Allí también se reorganiza la dinámica de trabajo, remunerado y no remunerado, bajo nuevas coordenadas. Es en el hogar donde vemos concentrarse una serie de problemáticas que nos permiten seguir profundizando nuestra lectura feminista de la deuda y avanzar en lo que aquí nos interesa: ¿en qué sentido la casa se ha convertido en un laboratorio?, ¿cómo interviene esto en los reclamos y políticas que pueden articularse y demandarse?
(…) Son esas cuatro dinámicas en conjunto lo que nos interesa poner de relieve, analizar y conectar, porque desde allí podemos leer la casa, antes que como lugar de aislamiento, como terreno de batalla fundamental, tanto en el sentido de intrusión de nuevas tecnologías financieras como de reorganización de las jornadas laborales. En la casa también se acumulan disputas políticas que impactan incluso en la redefinición de las políticas públicas. La casa, vamos a sostener, es un espacio que condensa el aterrizaje de formas financieras novedosas (haciendo de la pandemia un laboratorio financiero) y de intensificación del trabajo (pago y no pago). Se anudan allí, donde históricamente el capital quiso mostrar un espacio “no productivo”, formas decisivas de la valorización actual.
No vamos a desgranar el contenido del librito, porque poco más os costará leerlo entero, pero para terminar de convencer a las más remisas, recojamos algunos párrafos-cebo más:
Una dimensión imprescindible en relación al estudio del endeudamiento doméstico es entender su relación con los trabajos no remunerados, mayoritariamente feminizados. Esta propuesta es una clave metodológica que agrega nuestra perspectiva feminista de la deuda, que resultó fundamental para comprender el impacto de la pandemia en la espacialidad doméstica. Es fundamental, también, para subrayar y cualificar la relación entre endeudamiento y trabajo, porque evidencia que la deuda no puede desprenderse de su dependencia del trabajo. Contra la abstracción financiera que pretende ser un número matemático o un índice en los mercados, la deuda se aterriza en cuerpos y territorios concretos de los que extrae valor, a los cuales explota de modo diferencial.
La necesidad de endeudarse para vivir se hace aún más fuerte en los hogares monomarentales, con mujeres a cargo de niños y niñas, convirtiendo al endeudamiento en otra de las formas de intensificación de las desigualdades de género y de particular explotación del trabajo no remunerado. La constatación de una capilarización del endeudamiento doméstico previo a la pandemia, evidencia que este período excepcional que aún transitamos encuentra a muchos hogares con deudas preexistentes a las cuales se sumarán nuevas.
A las condiciones de precarización en curso se agregó una mayor dificultad de las mujeres, lesbianas, travestis y trans de participar en el mercado laboral debido al incremento de tareas de cuidado en los hogares y en los barrios. De hecho, en el peor momento de la pandemia, hubo una caída del 14% de la tasa de actividad para las mujeres jefas de hogar con niñxs y adolescentes a cargo, casi 4 puntos más que la caída de la tasa de actividad general para el mismo período, estas situaciones funcionaron como motor para la aparición de nuevas deudas asociadas a la gestión de la vida cotidiana en el momento más duro de las medidas de aislamiento. Es decir: estamos frente a un engranaje en el cual a más trabajo no remunerado le corresponde más endeudamiento.
Por si alguna aún no lo viera claro, a ver qué piensa tras la lectura de este último párrafo que recogemos:
Si se hablaba de una triple jornada laboral para las mujeres, lesbianas, travestis y trans (trabajo asalariado, trabajo doméstico y trabajo comunitario), estamos hoy ante la imposibilidad casi de distinguir las horas en las que cada una de esas jornadas sucede. Por un lado porque hay una indistinción espacial que todo lo mezcla. Por otro, porque la jornada no sólo se extiende en cantidad de horas, sino que se intensifica al no tener distinciones y al asumir cada vez más tareas. Cada hora es triple jornada en sí misma. Mientras se teletrabaja, se cuida; mientras se hace trabajo comunitario, se atiende a la familia; a la vez que se trabaja a domicilio, se hacen trámites para acceder a beneficios sociales y se cocina.
Por todo esto, los hogares mismos se han convertido en espacios de experimentación para nuevas dinámicas del capital. Allí parece anclarse una suerte de continuum de labores que, incluso, desafía la división entre público y privado que estructura el mercado laboral..De hecho, nuestra hipótesis es que estamos ante una reestructuración de las relaciones de clase que toma como escena principal el ámbito de la reproducción.
Aquí lo dejamos, agradeciendo a las autoras su esfuerzo de reflexión, y desean que las lectoras le sepamos sacar todo el jugo a estos más que apetitosos frutos.