
Henrike Knörr y Elena Martínez de Madina en su Toponimia de Vitoria describen así los orígenes de la calle:
A raíz de la construcción de los Arquillos, en 1887 la Calle San Francisco pasó a denominarse Calle Mateo Benigno de Moraza en su tramo actual, y quedó el nombre de la Cuesta de San Francisco para el tramo que unía la parte baja con la alta de la actual Calle San Francisco.
No de muchos años después es la siguiente foto de Salvador Ramón de Azpiazu Imbert, datada el 20-08-1902 (AMV signatura AZP-105) y que según se describe recoge la “vista de un cortejo real que avanza por la calle Mateo Benigno de Moraza con motivo de la visita de Alfonso XIII a Vitoria. En primer plano a la izquierda se ve una niña con coleta y un globo en la mano. A la derecha, encabezando el cortejo, va un trompetero seguido por dos maceros, a continuación dos guardias y en un plano medio el rey Alfonso XIII y su séquito. Al fondo la Escalera de San Miguel con numerosas personas que observan el paso de la comitiva”.

De la curiosa foto nos llama la atención, se diga lo que se diga, el poco público que parece acudir a contemplar el “paseo”, así como las máscarillas o tapabocas que llevan los maceros (cuando aún faltaban 16 años para la pandemia de la llamada gripe española)
Son Martínez de Madina y Knör también quienes definen el personaje de Mateo Moraza:
Mateo Benigno de Moraza y Ruíz de Garibay nació en Vitoria en 1817 y falleció en la misma ciudad en 1878. Ejerció como abogado y representante del fuerismo alavés y vasco. Entre los cargos que ostentó destacan: secretario del Ayuntamiento de Vitoria en 1841, consultor de la provincia de Álava en 1848 y rector de la Universidad Libre en 1869, así como primer consultor de la provincia y diputado en Cortes Constituyentes.
Aunque la inicial calle de San Francisco, comprendiendo la parte que hoy conocemos como calle Mateo Benigno de Moraza, existiera desde finales del siglo XIII, hasta finales del XVIII la zona tenía una configuración bastante distinta a la actual, pues se colocaba extramuros de la ciudad, siendo una gran superficie abierta. En la parte norte de esa superficie, y lindando con la iglesia de San Miguel, en el espacio que hoy ocupan la primera manzana de los Arquillos y el inicio de la actual Mateo Moraza, según recoge Bastida “Txapi”en Recordando Vitoria, estuvo ubicada desde el siglo XVI la Casa del Peso o primitiva Alhóndiga. Este edificio sirvió también como Casa Ayuntamiento e incluso como patio de comedias. No sería hasta finales del XVIII cuando la Casa Consistorial pasaría a la Plaza Nueva y, años más tarde en 1796, con la construcción de esa fase de los Arquillos, la Alhóndiga se trasladó inicialmente al edificio creado para ubicar el Teatro y la Alhóndiga, donde luego, y hasta hace poco, se ubicó el Banco de España.
Así describe la zona Juan Ibasque en su Historias de Vitoria-Gateiz, basándose para ello en el cuadro de Benito Casas de 1832 (que a su vez sería copia de uno cuadro de 1650) que os dejamos a continuación
La alhóndiga , o «Casa del Peso» se situaba, desde el siglo XVI en lo que era la Plaza del Mercado o Plaza Vieja (un espacio que hoy lo componen la Plaza de la Virgen Blanca, la zona de Arquillos de Mateo Moraza y la Plaza Nueva).
Estaba la alhóndiga situada en la parte alta, en lo que hoy sería la primera vecindad de los Arquillos y calle Mateo Moraza, pegando a San Miguel. Era un edificio noble, con dos pisos, coronado con una torre espadaña y su fachada en planta baja, con 7 arcos y miraba a la Plaza Vieja, hoy Plaza de la Virgen Blanca (en ella se ubicó también el propio Consistorio antes de existir el de la Plaza Nueva) .

Pero quien nos da una descripción de la zona a finales del XVIII y antes de que comenzaran las diversas obras que iban a cambiar todo el aspecto de la zona es Salvador Andrés Ordaz en su Urbanismo en Vitoria 1780-1830:
En su parte meridional se extendía una amplia plaza mayor que era un vacío ciudadano que quedaba entre la muralla y arrabal de la parte baja y las iglesias de San Miguel y San Vicente, construidas en el borde de la cima de la ciudad, limitándose por los otros dos costados por los portales defendidos de las calles Herrería, Zapatería y Correría, y por la muralla que llevaba hasta el convento de San Francisco. Testimoniaba su condición de plaza mayor la presencia del edificio del Ayuntamiento y, por supuesto, la vida pública que allí se desarrollaba, especialmente los días de mercado
Aunque la obra inicial es la de la Plaza Nueva, ésta tiene clara influencia sobre la zona de alrededor, que describe también Andrés Ordaz:
También fue importante la urbanización del espacio que mediaba entre la parte más alta de la ciudad y la inferior que ahora ocupaban las plazas vieja y nueva. En su zona occidental se levantaban la iglesia de San Miguel, la Casa Consistorial vieja que incluía la Alhóndiga y un modesto mercado llamado La Ala. Cruzaba un camino que desde el Hospital subía al portal de San Bartolomé, a través del cual se accedía al Campillo. El resto formaba un triángulo al ser ceñido por la calle que ascendía hacia las de Cuchillería y Pintorería.
Las reformas que se proponen son las siguientes:
La urbanización del resto de la zona tuvo un proceso más complejo hasta la definitiva edificación de los Segundos Arquillos. El planteamiento inicial surge en 1790 como consecuencia de la necesidad de acondicionar la calle de San Francisco que corría ante la fachada exterior de la nueva Casa Consistorial. Considerando como accesorias de las obras de la plaza a las de las calles que la circundaban, Olaguíbel hizo un primer plan sencillo para dejar suficientemente ancha y rebajada la calle de San Francisco. El antiguo consistorio quedaba muy próximo a la nueva plaza, por lo que el mismo arquitecto volvió a hacer otro plan que ascendía a 100.000 reales consistente en demoler la parte anterior del viejo Ayuntamiento dando mayor amplitud a la calle.
No obstante, buena parte de las que afectaban al primer tramo de Mateo Moraza (entonces San Francisco) estuvieron apunto de no llevarse a cabo:
Hay que esperar a 1801 para ver prosperar la construcción de estos segundos arquillos. Y aun a punto se estuvo de desistir de la idea pues en 1800 se pensó que resultaba costosa al Ayuntamiento la modificación de la Casa Consistorial Vieja por lo que sería mejor derribarla, trasladando la alhóndiga que albergaba al edificio del Hospital, y dejar en su solar tres plazuelas o mesetas para mayor claridad y menor gasto.
Finalmente, este fue el resultado de las obras en palabras de Ordaz:
Estos segundos Arquillos completaron las ventajas urbanísticas ofrecidas por las Casas de Segurola. En efecto, además del bloque de las casas levantadas en consonancia con las primeras, se arreglaron las escaleras de la subida al portal de San Bartolomé, por debajo del pavimento que une a los dos soportales, y el nivel de la calzada de éstos se continuó hasta el pórtico de la iglesia de San Miguel por encima de las citadas «covachuelas» destinadas a comercio. Asimismo, por detrás de las casas se urbanizó la plazuela hoy llamada «del Machete» con las correspondientes escaleras de acceso.
Hay otra particularidad del diseño de Olguibel para la Plaza Nueva con repercusión directa en la hoy Mateo Moraza, y es que proyectó que en las cuatro esquinas exteriores de la plaza se generaran cuatro plazuelas, lo que conlleva que tanto al inicio como al final de la acera derecha de Mateo Moraza nos encontremos con sendas plazuelas. La ubicada al principio de la calle durante un tiempo se llamó, al menos popularmente, la plazuela o plazoleta de las olleras, porque, como recoge Venancio del Val en su Calles Vitorianas, “En la plazuela frente a San Miguel solían colocarse el siglo pasado, para el mercado, las cacharreras y los cesteros” (edición de 1944) ,”El nombre de la plazoleta de las Olleras se debió a que en dicho lugar solían situarse las vendedoras de ollas y cacharros, junto con los de cestas cuando se estableció el mercado en la entonces Plaza Vieja” (edición de 1979).
De la plazuela situada al final de la acera de la hoy calle de Mateo de Moraza no hemos encontrado reseñas ni de nombres oficiales ni populares. Existe una plazuela de San Francisco, que estaba muy cerca de allí, justo a la entrada del desaparecido Convento de San Francisco, y que inicialmente perteneció a la calle de San Francisco, que alcanzaba hasta allí. Pero sabemos que es la que estaba justo al pie del convento, posteriormente convertido en Cuartel de Infantería, entre otras cosas, porque éste era el único edificio de esa plazuela en los nomenclátores desde 1887 hasta 1920, y en ella, por el número, debían figuraban empadronados los militares que lo ocupaban, ya que el dato era de 1.099 habitantes en 1887, que se habían incrementado hasta los 1.410 en 1893, que sin embargo se habían reducido hasta los 337 en 1910. Así lo reflejan Knör y Martínez de Madina:
Parece ser que el espacio entre la actual Cuesta de San Francisco y la zona baja frente al desaparecido Convento de San Francisco, hoy zona ajardinada, desde el 12 de octubre de 1887 se llamó Plazuela de San Francisco.
Hoy en día ninguna de esas dos plazoletas tiene nombre oficial, aunque habrá que esperar los cambios que se están llevando a cabo en el espacio del antiguo Banco de España y la zona de alrededores (en torno a lo que popularmente se llaman Centro del Alzheimer –porque solo tiene memoria parcial-) para ver cómo queda configurada finalmente.
Hay otro espacio de esta calle al que en la actualidad se le presta poca atención: las escaleras subterráneas que comunican Mateo Moraza con la entrada de la iglesia de San Miguel (también sin nombre oficial), y que según recoge Venancio del Val en 1944, debieron construirse por esas fechas:
A la calle de Moraza da una de las fachadas de la Casa de la Ciudad y en la acera izquierda está la nueva entrada subterránea, recientemente habilitada, a la parroquia de San Miguel.
En la posterior revisión y ampliación de su Calles Vitorianas, en 1979, del Val nos da más detalles de esas escaleras, así como de la comentada plazoleta de las Olleras:
Por los años 1938-30 se realizaron las obras de las nuevas escaleras interiores por las que se sube directamente de la calle Moraza a la iglesia de San Miguel, para lo cual fue preciso la inutilización de algunas plantas bajas y primeros pisos. Del mismo tiempo es también la escalera que, casi enfrente, se abrió desde la plaza de España a la antigua plazoleta de las Olleras, en el rincón entre la referida plaza y la de la Virgen Blanca, con el fin de desviar el tránsito de los ciudadanos de las escaleras principales del Ayuntamiento.
El nombre de la plazoleta de las Olleras se debió a que en dicho lugar solían situarse las vendedoras de ollas y cacharros, junto con los de cestas cuando se estableció el mercado en la entonces Plaza Vieja. En el medio de la plazoleta existió hasta hace todavía no muchos años una de las fuentes públicas que se veían por las calles de Vitoria. Ha solido tener esta calle su fiesta el día de San Mateo.
Con esta referencia a la fiesta de la calle por San Mateo, del Val nos da pié para comentar otra cuestión curiosa en relación a la calle. Nos referimos a lo relacionado con la Vecindad a la que pertenecía. Inicialmente, la entonces aún calle de San Francisco, pertenecía a la Vecindad del mismo nombre, que se habría creado a principios del siglo XIX, pues no aparecen datos sobre ella hasta 1828. Sabemos que en 1855 estaba formada por la mencionada calle de San Francisco, Los Arquillos, el Callejón y la Cuesta del Teatro la Vecindad de San Francisco, y que su patrono era San Francisco de Asís, celebrando su fiesta de Vecindad el 4 de octubre.
Posteriormente, en 1887, además de la recién creada Mateo Moraza, a la Vecindad se unirían los números 3, 4 y 5 de la entonces Plaza de Bilbao (hoy Plaza de los Celedones de Oro, o popularmente Plaza de Correos), la Escalera de Los Arquillos, la Escalera del Machete, la Plaza del Machete, la Cuesta de San Francisco, la Plazuela de San Francisco, la Escalera de San Miguel y el Callejón de Santa María del Cabello.
Sin embargo, hay datos como para pensar que en algún momento de finales del XIX o inicios del XX la Vecindad de San Francisco se pudo desdoblar en dos, estando compuesta una de las dos partes por las calles Mateo Moraza, Cuesta de San Francisco, Cuesta del Banco de España y Paseo de los Arquillos, las cuales tendrían como patrono a San Mateo. Esto al menos se infiere de la siguiente carta dirigida al Alcalde el 17 de septiembre de 1928:
“Excmo. Sr.:
José L. Goicolea, Presidente de la Comisión Organizadora de los festejos religiosos y profanos que se celebrarán el día 21 del actual, para solemnizar la fiesta de San Mateo, Patrón de la vecindad de las calles de Mateo B. de Moraza, Cuesta de San Francisco, Cuesta del Banco de España y Paseo de los Arquillos a V.E. respetuosamente expone:
Que por la vecindad citada, se ha confeccionado un programa de festejos a base de disparo de cohetes, alegres dianas que darán comienzo a las ocho de la mañana, solemne misa cantada en la Iglesia de San Miguel a las nueve y medía de dicho día 21, concierto musical de 12 a 1 de la tarde y sesiones de bailables de 7 a 9 y de 10 a 12 de la noche del referido día, para cuya celebración así como para el disparo de cohetes, solicita el oportuno permiso de V.E. complaciéndose en significarle que vería con sumo agrado se sirviera designar una Comisión de su seno que honrase con sus asistencia el acto religioso ante citado ya que las Casas Consistoriales radican en la vecindad mencionada y el Sr. Alcalde Presidente en funciones es Presidente Honorario de la misma.
Es gracia que no duda alcanzar del bondadoso corazón de V.E. cuya vida Dios guarde muchos años.”
A. M. V-G. Signatura LI/12/11 Festejos en la Vecindad de don M. B. de Moraza.
Ello viene confirmado también por Venancio del Val cuando en su Calles Vitorianas de 1979 dice sobre Matero Benigno de Moraza que “ha solido tener esta calle su fiesta el día de San Mateo”. Es el mismo autor el que recoge un curioso hecho que de haber cristalizado hubiera cambiado la imagen de la calle Mateo Moraza:
Con motivo de la guerra carlista el año 1873, entre las obras de fortificación en varios edificios, se llegó a proyectar la construcción de un puente o pasarela entre la Casa Consistorial y Los Arquillos.
De la importante vida comercial y social que tuvo Mateo Moraza en la primera mitad del XX nos da cuenta también este detallado relato del cronista alavés:
En la plazoleta opuesta, o sea la que se encuentra frente a la cuesta del Banco de España, estuvo, con acceso por la plaza de España, la farmacia de Rovira, a la que sucedió Ormazábal, trasladado asimismo hace unos años a la calle General Alava. Primitivamente la regentaba Pedro Nolasco.
A principios de siglo estuvo el titulado «Café Europa», que luego lo adquirió en traspaso Francisco Valdecantos, quien había tenido el de Gobeo en la calle de la Paz. Como quiera que en el café solían reunirse los republicanos Valdecantos le mudó el título por «El Imparcial», para significar su alejamiento de toda idea política. Al abandonar los locales los republicanos para trasladarse a la calle de los Fueros pretendió Valdecantos instalar un hotel, pero se limitó a alquilar las habitaciones como hospedaje.
En los mismos locales se reunían en la primera década del siglo los que formaban el «Vitoria Esperantista Grupo». También solían hacerlo las noches de los sábados los tallistas de la Catedral nueva, entre los que se encontraban excelentes artistas. Un día, en aquellos inviernos vitorianos de grandes nevadas, uno de ellos consiguió hacer una admirada talla de nieve en la que se reproducía a una de las hijas del dueño del café: Pilar Valdecantos.
Así como en «El Imparcial» se reunían los republicanos, posteriormente, por los años veinte, lo hacían los carlistas en el piso superior de la «Casa Paco», casi enfrente, con entrada por los Arquillos. Hubo en esta calle algunas otras farmacias. Muy famosa fue el siglo pasado la de Zabala, que estaba frente al Ayuntamiento. En ella tenían lugar muy animadas tertulias y de la misma salieron tantos hechos ocurrentes y humorísticos que caracterizaron aquella época. Era su titular Pedro-Vicente Zabala, uno de los principales humoristas de entonces. Fue concejal en 1850 y 1865. En su tienda y trastienda tenía disecados algunos animales, con los que adornaba los escaparates; procedían de capturas hechas por los también famosos cazadores vitorianos.
En el mismo n. 0 15 estuvo la Farmacia Municipal, que regentaba José Sánchez Pons, donde luego el establecimiento de licores de Ciriaco Ortiz de Anda -antes Lorenzo Benito-, y ahora se encuentra uno de los varios restaurantes de la calle.
En la calle Moraza estuvieron dos importantes imprentas vitorianas, una de las cuales subsiste en otro lugar próximo. Una de ellas, la de Sarasqueta, que estaba donde ahora la zapatería de Landaluce y que anteriormente había estado en el 31 de la Correría y en el 9 de la calle Dato. El fundador de la otra imprenta fue Ignacio Egaña, contemporáneo de !turbe, al que le sucedió su hijo Cecilio, y luego, el nieto, Francisco, padre de quienes actualmente sostienen la industria en otro emplazamiento. Primeramente se instaló con el nombre de «Egaña y Manteli» en la calle de San Francisco. Luego pasó al 14 de Postas desde Moraza. Al propio tiempo tenían imprenta en la calle Castilla, al final de ésta, donde hasta hace unos años conocimos la fábrica de purpurinas. De la imprenta de Egaña salieron a fines del siglo pasado, entre otras publicaciones, «El mosaico», «El escudo católico», «La buena causa», «El Porvenir alavés», «La trompeta», «El Lirio» y «Vitoria alegre».
En el n.0 9 estuvo en principio la confitería de Goya, a la que sucedió la ebanistería de Rodríguez. En el 23, José Aresti, donde luego José Alvarez, que desapareció en 1974. y en cuya planta superior fue entonces instalada la Sociedad Recreativa de reciente fundación, «Aldapa».
En el n.0 3 estaba en 1897 la «Tintorería Moderna»; en el 5, la droguería de Feliciano Merino y el establecimiento de mercería y efectos militares de Pedro Cobas. Donde ahora la entrada a San Miguel conocimos hasta el segundo cuarto de siglo la librería casa Flores o Herrero, junto a la cual había una tienda dond~ se alquilaban disfraces por Carnaval. En el 21 estuvo la tienda de telas de Valle, luego, confecciones Urrutia. Antes, «La Betoñesa», que se dedicaba a la compra de ropas o chatarra. La Cooperativa de Funcionarios «La Esperanza» estuvo en el mismo sitio, al fundarse, hasta que se trasladó al 2 de Olaguíbel. Al principio de la calle tuvo su zapatería Amescua. Más adelante ha estado la carnicería de Eugenio Sagarna, que fue antes del tío de éste Gregorio y también de Domingo Barrutia.
La imagen que reproducimos ahora de Enrique Guinea de 1940 (AMV) refleja no solo la curiosidad de ver el grandísimo cartel anunciador de “Las B.B.B”, sino el comprobar cómo entre sus productos estrella aparece el tapabocas, aunque no hace referencia a lo que también se ha conocido como mascarilla estos últimos años, sino a una prenda que se utilizaba para proteger la boca del frío, bastante parecido a lo que hoy se denomina braga de cuello o buff.

En cuanto a documentos municipales sobre calles y casas, es en el “Cuaderno de rotulación de calles y numeración de casas” de 1887, cuando aparece por primera vez la”calle de Mateo B. de Moraza” de la que dice que tiene 11 edificios y 99 habitantes.
Sobre la calle dice que se le dio ese título el 12 de octubre de 1887, “y antes era parte de la calle de San Francisco, comprendiendo del 1 al 23 y del 2 al 20 de sus edificios”.
La descripción que da de la calle es:
Principia en la escalinata de San Miguel, y concluye entre las Cuestas del Teatro y San Francisco. Linda al Norte con Los Arquillos; Sur, con la Plaza Nueva; Este, con la Escalera de San Miguel; y Oeste, con la Cuesta del Teatro.
De la acera izquierda (impares) que va del 1 al 23 remarca que Todas estas casas están situadas debajo de la monumental obra de “Los Arquillos”, aunque advierte que el número 23 en realidad es la puerta accesoria del nº 1 de la Escalera de los Arquillos.
Por lo que respecta a la acera derecha (pares) que va del 2 al 20, reseña que todas son puertas accesorias de casas de la Plaza Nueva. En posteriores documentos e aclarará también que el número 1 en realidad era el accesorio del número 2 de la Escalera de Sn Miguel.
Aunque el número de edificios no varía, el de población va disminuyendo. Así, pasamos de las 99 personas vecinas de 1887 a 79 en 1893, que se vuelven a incrementar hasta las 85 en 1910. Para 1940 tenía ya una población de derecho de 113 personas (62 mujeres y 51 hombres)
Hemos querido consultar cómo habían variado estos datos sobre viviendas y habitantes en los últimos tiempos, teniendo que recurrir para ello a los que ofrecen las fichas urbanísticas realizadas por el Ayuntamiento de cara a la revisión del PERI, que aportan datos en torno al año 2000, y que se resumen en:
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En la calle había 12 números, todos en la acera izquierda (impares), numerados del 1 al 23, pero existiendo un número 5bis.
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El número 3 es en realidad el paso de las escaleras cubiertas que conducen a la entrada de San Miguel.
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Todos los edificios están construidos entre 1796 y 1797, salvo el número 21, que está construido en 1787.
Entre todos los edificios solo suman 4 viviendas, en las que están empadronadas 5 personas. Para tres de esas cuatro viviendas el PERI propone la supresión de su uso como vivienda:
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Una vivienda en la planta primera del número 1, con 102 m2, en los que vivía (o estaba empadronada) una mujer menor de 65 años. El PERI determina la tolerancia de vivienda en este edificio.
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Dos viviendas en el número 11, una en la planta baja con nada más y nada menos que 217 metros cuadrados, y en la que vivía (o estaba empadronada) una mujer menor de 65 años. La otra vivienda de ese edificio está en la planta 1ª, que tiene 181 m2, y donde no había empadronada ninguna persona. El PERI marca como objetivo suprimir el uso de vivienda en ambas.
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Una vivienda en el número 15, planta baja, de 228 m2, donde vivían 2 mujeres y hombre menores de 65 años.
La vivienda del número 1 estuvo a la venta hasta hace pocos meses por nada más y nada menos que 442.00 euros, lo que, desgraciadamente, no nos extraña sabiendo que esta calle forma parte del que llamamos Cinturón de oro del Casco, la única zona en la que el Ayuntamiento está poniendo empeño en dar ayudas y facilidades para su total rehabilitación (que va desde Siervas, subiendo por la Virgen Blanca, siguiendo por Mateo Moraza, Cuesta de San Francisco, calle San Francisco, y posteriormente Portal del Rey, hasta empalmar con Francia), potenciando en él viviendas de lujo, o al menos tan sólo accesibles económicamente a clases sociales muy pudientes.
Algo parecido está sucediendo desde hace tiempo con los establecimientos de hostelería ubicados en esta calle, tanto los restaurantes como los llamados “bares de copas”, de unos precios muy selectivos, es decir muy prohibitivos para las clases populares, y el vecindario medio del Casco. Cómo no echar de menos esas tascas y tabernas populares que había en esta calle, de forma muy especial la que llevaba (junto con su esposa Bego, y su amama) un querido vecino del Casco recientemente fallecido, Txusta (José Agustín Iriondo), lugar de refugio y reunión para muchos movimientos populares durante los tiempos más duros (represivamente hablando). Pero entre todos los colectivos “refugiados” en Txusta, destaca la Bertso Eskola de Gasteiz. Así que no se nos ocurre mejor manera de acabar esta reseña sobre Mateo Moraza, que recogiendo algunos de los bertsos que Juan Mari Juaristi les dedicó a las personas del Txusta en 2002 y que se recogen en Araba bertso histori ezberdin bat:
Bi mila ta bigarren
urtean gaudenez
orain hogei beteta
denon zorionez,
galaz ospa dezagun
txanpaina edanez
han sortu ta hazi ginen
habi izan denez
bertsoak jarri ditut
Txustaren omenez.
Bi lagun barra ondoan
Txusta zerbitzari
inor azaldu al da?
galdetu berari,
purua ezpainetan
keinua goiari,
hogei urtez gabiltza
tabernan kantari
bertso onenak boteaz
erratz-kirtenari
(…)
Afaritan menua
betiko sorpresa
patata ta txorizoz
betetako pertza,
solomoa, piperrak
asmatzen erraza,
postre aukera zabala
gazta edo “kontesa”
errematatuz bertso
saio aldrebesa.
(…)
Hegan hasi aurreko
guztion habia
zalea zena soilik,
han bertsolaria,
Txustan astindu gendun
beldurren nagia
zurekin dugun zorra
ez al da handia?
inork ez baitu ahazten
bere “lehen aldia”.
Txustak goibel eman zun
ixteko ordena
izan ere izan duzu
jaberik onena,
biak hartu bihotzez
guztion omena
biak zarete eta
lehena ta ondorena,
zuei eskerrak gara
gaur egun garena.
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