Los insurgentes internacionales que vienen a nuestro encuentro armados con su vivacidad festiva sientan las bases de una internacional del género humano a la vez informal y autoorganizada. Recuerdan, al repudiar la militancia sacrificial y victimaria, dónde está la verdadera lucha. Son guerrilleros pacíficos que hacen caso omiso de las facciones que la estrategia del caos y del chivo expiatorio levantan los unos contra los otros. Librémonos del maniqueísmo, del pensamiento binario que, al desviarnos de las verdaderas luchas, conduce a la emancipación a un callejón sin salida.
La libertad de vivir suprime las libertades de la economía.
El ser humano solo tiene derechos. Todo lo puede porque nada debe. Basta con que la voluntad de autonomía individual repudie el individualismo y su cálculo egoísta para que cada persona haga su vida como le parezca. No tiene que rendir cuentas a nadie ya que, al ponerle fin a la alienación gregaria, la ayuda mutua no se cobra ninguna contrapartida. La ayuda mutua no es un deber, es la manifestación espontánea de lo vivo.
No pretendo decir que el individuo en busca de autonomía dispone espontáneamente de la facultad de influenciar su vida y la de su entorno. Solo afirmo que abandonarse al placer de desear sin fin tiene más alicientes que la angosta existencia a que se reduce la sobrevivencia.
En el actual momento es difícil encontrar textos que, sin perder para nada la capacidad crítica, sepan aportar también miradas optimistas, como este párrafo que encabeza el post. Si, además, están escritos por una persona de 88 años con una amplia trayectoria de compromiso, como es el caso de Raoul Vaneigem (revolucionario belga, escritor y filósofo que participó activamente en la Internacional Situacionista, y cuyo pensamiento “ha tratado de romper los moldes de la izquierda proletaria apostando por una cooperación social sustentada en la autonomía y en la autogestión generalizada”), quien ya ha dejado en anteriores ocasiones testimonios claros de esa voluntad (por ejemplo, en su Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones), pues ya casi, este de Nada resiste a la alegría de vivir. Libre discurso sobre la libertad soberana, se convierte en un texto de lectura obligatoria.
Pero más aún, si a todo ello unimos el hecho de estar publicado dentro de la iniciativa Al Faro Zapatista, que se define a sí misma con las siguientes palabras:
Al Faro Zapatista es una iniciativa que responde al llamado de “organícense” que desde 1994 nos vienen haciendo lxs zapatistas. Es una forma autónoma de seguirle, de forma colectiva y en red, a la lucha por la vida. Es un homenaje a las mujeres, niñas(os), ancianas(os), otroas y hombres zapatistas en sus más de 500 años de resistencia y sus casi 28 años de vida pública rebelde.
La iniciativa busca acuerpar la iniciativa zapatista llamada la Travesía por la Vida. Lo hacemos desde lo que somos: trabajadorxs de las Ciencias Sociales, activadas activistas. Lo hacemos porque el zapatismo ha sido el faro para muchas de nosotras y otrxs habitantes del planeta Tierra. El faro en medio de La Tormenta provocada por lo que en 2017 las mujeres zapatistas nombraron como el “sistema capitalista machista y patriarcal”, alimentada por el racismo y la “cisheteronormatividad”, como le llaman las diversidades sexuales en movimiento y re-existencia.
Los diferentes materiales que compartimos en este sitio cruzan los lenguajes escritos, visuales y orales y buscan resaltar la importancia de la actual iniciativa zapatista en el contexto de la geopolítica global contrahegemónica y los tiempos de colapso civilizatorio.
A la vez que abordan, desde diferentes modos, tiempos y geografías, los aportes teóricos, políticos y prácticos que ha hecho el zapatismo en las casi tres décadas de vida pública (1994-2021). Ya no se diga desde la clandestinidad y en la cuenta de larga duración. Finalmente, también damos cuenta de las formas en que el zapatismo nos ha inspirado para realizar iniciativas de modos otros de vida en los ámbitos en lo personal y colectivo.
La Travesía por la Vida se da en medio no solo de una pandemia sino de un colapso civilizatorio caracterizado por muerte, violencias, despojos, guerras, pero también por luchas, esperanzas y alternativas anticapitalistas, antipatriarcales y antirracistas, por decirlo de manera apretada y sucinta. Es en ese marco que esta propuesta nace y busca florecer, en medio de la guerra contra la humanidad…
No pretendemos comentar todo lo que contiene este texto de 45 páginas, pues es de los que con cada relectura seguro que aporta nuevas reflexiones, pero sí dejaros algunos ejemplos de lo que podéis encontrar. Por ejemplo en su análisis sobre la realidad actual:
(…) al mismo tiempo que la voluntad de emancipación prospera, los sobresaltos rabiosos del conservadurismo —derecha e izquierda confundidas— nos golpean de lleno. Nos toca comprender hasta qué punto nos falta audacia para anteponer nuestros deseos a la dictadura del poder y la ganancia. ¿Tendremos que morir de no vivir para darnos cuenta de que los que gestionan nuestras existencias las canceran?
Quemar los papeles de nuestras pseudoidentidades. ¿Qué esperamos para destruir, no a los hombres de un sistema opresivo, sino sus herramientas, buldóceres y excavadoras de la devastación lucrativa? ¿Qué esperamos para bloquear la gran trituradora de lo vivo creando y multiplicando zonas de resistencia y gratuidad? ¿Para cuándo el tiempo y la tierra serán libres donde, en homenaje a Albert Libertad, quemaremos los papeles de una identidad burocrática y estadística que para nada necesitamos? Luchar por una felicidad real, no por una felicidad ficticia.
Como marca de las ironías de la historia, ¿no vemos repetirse en nuestros días —de modo paródico— el entusiasmo que en vísperas de la revolución sintieron los filósofos de la Ilustración en su búsqueda de la felicidad natural y del buen salvaje que supuestamente debiera alcanzarla?
O cuando acomete algunas de las consecuencias del tratamiento que han dado a la pandemia:
La estrategia del caos, a la que recurre el capitalismo para realizar impunemente sus operaciones de destrucción de la tierra, del agua, del aire, de lo vivo, da lugar al pánico organizado bajo el pretexto de una epidemia real y ficticia a la vez.
En vano buscaríamos en la historia una época donde la deficiencia mental se haya erigido tan gloriosamente en principio de gobierno. Nunca tanta razón y sinrazón alcanzaron este pico de aberración: renunciar a vivir para no morir.
So pretexto de un virus —menos peligroso por sus incuestionables estragos que por su ampliación mediática—, los gobiernos han convertido a hombres, mujeres y niños en criaturas temerosas que corren a arrinconarse en las casetas de su miserable existencia.
¡Ahora, imagínense que un gigantesco reflujo invierte la reacción de pánico que ha cegado las conciencias, pisoteado el sentido común y agotado la paciencia de las cobayas amenazadas de vacunación permanente! ¿Hablarán de delirio infantil, ustedes que se tragan sin más el comedero de la sentenciosa chochez de sus amos? ¡Pero, oigan! ¡Cuidado con lo maravilloso de la infancia, cuidado conel renacimiento que se asoma y con las voces que llaman a la irrupción de una nueva inocencia!
El cretinismo de los hombrecillos en el poder es, a pesar de sus esfuerzos, menos contagioso que la inteligencia sensible de algunos marginales.
(…)¿Qué medidas de interés público podrían decretar juiciosamente los gestores de la miseria rentabilizada? Vean con qué celo publicitario escenifican la presunta lealtad universal a sus caprichos —con máscaras, sin máscaras, confinados, no confinados, con peligro en los bares y restaurantes, sin peligro en los trenes, autobuses y metros.
Dicen y se desdicen sin escrúpulos, sin tan siquiera disimular bajo una apariencia humana sus mecánicas trápalas. Estamos ante una inhumanidad sin subterfugios, ante una glaciación burocrática en estado bruto.
(…) Llevar a cabo medidas de prevención y lucha contra las pandemias presentes y por venir implica priorizar la ayuda mutua, una generosidad que refuerza la salud e inmuniza contra las enfermedades con que un entorno mórbido nos acosa.
Nuestra autodefensa sanitaria tiene sobradas razones para ignorar las razones de Estado. ¿Acaso no tenemos derecho de estimar nulos y sin efecto los decretos dictados por el afán de propagar el pavor ciudadano, de confinar a cada persona a su nicho, donde el enojo se convertirá en instrumento de delación?
Cualquier relación con el Estado es tóxica.
Tampoco rehúye entrar en algunas cuestiones de actualidad con un punto de vista más que polémico, tan provocador como, a nuestro entender, errado. Por ejemplo, en lo relativo al feminismo y el género, en el que pensamos que, como poco, pierde la perspectiva (o desconoce la realidad o vive anclado en su generación, recordemos su edad: casi 90 años), pues incluye a todo el feminismo militante en un mismo saco, y le acusa de vengativo y evocador de guerra de sexos:
Expresión del poder del hombre, el patriarcado sufre de lleno el hundimiento de la pirámide jerárquica, el derrumbe de la autoridad de la que el padre de familia era depositario. Con el ánimo de aplastar los últimos sobresaltos de la tiranía masculina, un feminismo militante ha edificado su ciudad en un terreno ocupado por la misoginia del macho desesperado, que busca combatir. Pero el espíritu de desahogo vengativo del que da muestras evoca una guerra de sexos cuyo objetivo tácito o manifiesto sería que un matriarcado sucediera a la tiranía patriarcal dominante por demasiado tiempo.
En este caso, la pregunta que desborda al feminismo es esta: ¿qué ser libre desea que un poder sea reemplazado por otro?
El feminismo es una ideología. La mujer renuncia con ello a la emancipación que el hombre reivindica no como macho, sino como ser humano. La barbarie —cínica o solapada— de una mujer de negocios, asesina, militar o burócrata, no me repugna menos que en el hombre que asume funciones similares.
La emancipación del hombre y la mujer es inseparable de una alianza con un entorno natural liberado de la explotación que lo contamina y devasta. Estamos en el corazón de todas las libertades y este corazón nos será arrancado mientras no pongamos en la lucha toda la potencia de nuestras fuerzas vitales.
Es de lo que poco a poco van tomando conciencia las insurrecciones episódicas que incendian el viejo mundo.
(…) Mientras no respondan a la depredación, la violencia, la violación y la subordinación, el amor fusional, el mariposeo libertino, la heterosexualidad, la homosexualidad y la gama pletórica de fantasías eróticas forman parte de nuestro patrimonio inamovible: las libertades del deseo. Entonces, lo que hay de masculino en la mujer y de femenino en el hombre permite escoger entre las variaciones cuyas modulaciones no tienen límites ni necesidad alguna de encasillarse en los cajones categóricos del “género”.
Pero, como indica el título, también rebosa de esperanza y futuro:
¡Cuando los vivos del mundo vienen a nuestro encuentro, a lo que nos están invitando es a un encuentro con nosotros mismos! Nada mejor para fortalecer el impulso de vida que solo pide brillar en nosotros y a nuestro alrededor.
Ser conscientes y despreocuparnos del peligro le retira al enemigo sus más temibles armas, las que le proporcionan el miedo y la resignación de los explotados.
Nuestra existencia, a cada instante fragilizada y revitalizada, necesita superar los contrarios antes de que se vuelvan una contrariedad. La conciencia de lo vivido enseña la dialéctica sin necesidad de leer a Hegel.
(…) Sean cuales sean nuestras dudas, desesperos y desengaños, los gritos de la inocencia insurrecta provienen de todas partes: “¡Nunca renuncies!”, “Sacrificar nuestra vida es correr hacia una muerte prematura”.
Asegurar la preeminencia de la ayuda mutua. ¿No es una audacia al alcance de todos hacer de nuestro presente el eterno Mediodía de la vida? Pero esta fórmula solo tiene sentido si la trae una ola de solidaridad cuya realidad reparada no deje filtrarse más la espuma.
La ayuda mutua es una marejada; ignora la obligación.
La atracción pasional es el secreto de su irresistible expansión. Sin embargo, como cualquier manifestación de vida, es propensa a invertirse y es rápida convirtiendo en celebración de la muerte una vitalidad descuidada, languidecida en el aburrimiento, y de repente se enfurece por ese vacío que colma a la manera hitlero-estaliniana.
(…) Nos ponemos a soñar con la alegre hoguera de las vanidades en que se celebraría el fin de los teléfonos móviles, aun sabiendo que semejante eventualidad solo se tendrá en cuenta una vez redescubierto el placer de encontrarnos, una vez revocado el espíritu mercantil donde lo humano se pierde en meandros técnicos que lo parasitan y le quitan su sustancia.
Ahora bien, mientras el tiempo mercadea valorizando la apariencia prestigiosa a expensas de lo útil, vemos rehabilitarse entre el pueblo antiguas técnicas artesanales. Se aplican para arreglar a bajo costo los productos decretados obsoletos, a los que el programa transhumanista sustituirá por productos fácilmente accesibles al espionaje de datos personales.
Finalmente, también aporta reflexiones-pistas para los caminos a emprender:
Vivir humanamente es una experiencia a la vez atemporal e, históricamente hablando, radicalmente nueva. Basta apegarse a ella y seguirla para que cualquier obstáculo caprichoso contra su libertad choque con su sobreseimiento.
Así, estamos en lo cierto al hacer caso omiso de cualquier decreto liberticida.
La desobediencia civil es uno de los efluvios poéticos de este sobreseimiento. No tolera ninguna forma de depredación, ninguna forma de poder. Es el no-actuar que se afirma resplandeciendo, es el impulso vital que va un paso adelante y que, eslabón tras eslabón, quiebra, como por descuido, la totalidad de sus cadenas.
La guerra civil es un juego de muerte donde todas y todos se enfrentan, la desobediencia civil es el juego de la vida solidaria donde las pasiones se viven afinándose.
Hagámonos a cada instante la pregunta: ¿a quién beneficia esto?
(…) La apacible exuberancia de los zapatistas y los chalecos amarillos ofrece, sin duda, por primera vez en la historia, el ejemplo de una insurrección que sigue sonriendo mientras avanza de frente —a través de la sangre, el ruido, el furor y el horror del viejo mundo—.
Sean cuales sean nuestras dudas, desesperos y desengaños, los gritos de la inocencia insurrecta provienen de todas partes: “¡Nunca renuncies!”, “Sacrificar nuestra vida es correr hacia una muerte prematura”.
(…) El individuo autónomo recibe su fuerza de sí mismo y de la solidaridad de sus semejantes. El individualista es un incondicional del cálculo egoísta, un depredador vulgar, un puro producto del capitalismo.
Abandonando la palestra de las luchas facticias, los pueblos han aprendido en el sufrimiento que solo los comerciantes de armas ganan en una guerra. Nuestra lucha no es competitiva, se resume en vivir según nuestros deseos, reivindicando para todos y todas un derecho idéntico a la felicidad.
La alegría de vivir es una inclinación natural. Para su soberanía, la naturaleza deberá ser liberada del hombre depredador. Solo la libertad absoluta aniquilará el absolutismo que nos mata.